NOCHE TERRORÍFICA (RELATO DE TERROR)
A Azucena Ramírez le había perseguido la mala suerte prácticamente desde la niñez. Tenía cuatro años cuando en un accidente de tren perdió a sus padres, a los siete años se rompió un brazo del día de su primera comunión y, aquella noche, recién cumplidos sus veintidós años, en mitad de una violentísima tormenta, al llegar a un cruce se había equivocado de carretera y, para remate, acababa de averiársele el vehículo que conducía.
Por el mal estado del pavimento comprendió que se había metido en un carril largo tiempo abandonado. Viento y lluvia torrencial golpeaban con furia su coche. Decidió no salir de él. Esperaría a que amainara el mal tiempo o pasara alguien que pudiese ayudarla.
Transcurrieron dos horas. Su desesperación la llevó al llanto. Amainó algo el temporal. Finalmente, el hambre y la sed la decidieron a abandonar su automóvil e intentar encontrar alguna casa donde pudieran socorrerla.
A corta distancia descubrió una pequeña construcción. Marchó hacia allí corriendo bajo la intensa lluvia. Al llegar delante de la pequeña vivienda apreció que estaba en ruinas. Entró para librarse del agua que la torturaba golpeándole la cabeza. Sintió inmediato alivio.
De repente un rayó caído cerca le permitió ver se hallaba en una estancia cuadrada de paredes negras y sin ninguna ventana. Allí dentro reinaba un olor nauseabundo.
Un nuevo relámpago le descubrió que el hueco por el que ella había entrado era ahora una ranura tan estrecha que no podría pasar por ella. Entonces comprendió, horrorizada, que la casa estaba viva y la encerraba igual que una araña encierra la mosca apresada en su tela.
Aterrada a más no poder gritó con todas sus fuerzas. Inútil su desesperación. Nada ni nadie podría salvarla. Los muros de aquella casa asesina la aplastaron y devoraron. Aquella construcción asesina sobrevivía a través del tiempo alimentándose de víctimas humanas.
(Copyright Andrés Fornells)