MORIR DE AMOR (RELATO)

MORIR DE AMOR (RELATO)

Un parque público. En el cielo, la alegre, roja pandereta del sol. Árboles, pájaros flores un buen número de personas paseando.

Una pareja joven se ha detenido junto al estanque donde dos cisnes blancos como la nieve recién caída entrelazan sus larguísimos cuellos, en un gesto interpretable como amoroso. Los dos jóvenes dejan de observar a estas dos bellas aves y se miran muy hondo a los ojos. Sus miradas penetran, llegan hasta el sublime lago de aguas puras y cristalinas donde mora el alma.

El chico deja escapar un suspiro por el que se libera su encarcelada timidez, y dice:

—Mujer altiva, que con nada consigo despertar tu interés, voy a intentar conseguirlo muriendo de amor por ti.

—Nadie puede morirse de amor —rebate la chica, convencida.

—Yo sí puedo —afirma él, convincente.

—¿Ah sí? ¿Y cómo lo harías?

—Ingiriendo el veneno del amor no correspondido tuyo.
—Anda, tontito, ven a mis brazos, que quiero apuntarme el mérito de haber salvado una vida.

Ella se vuelve hacia él en un gesto de entrega total. Y se abrazan tierna, estrecha, amorosamente.

Un grupo de japoneses que estaba dedicando su interés a la pareja de aves más elegantes del mundo (con permiso de los pavos reales), empiezan a sacarles fotos a los dos enamorados que no reparan en ello porque, al igual que ocurre con tantos amantes, se están besando con los ojos cerrados.

Un poeta romántico, más sensato que soñador, afirmaría que nadie podría morir de amor porque el amor es inmortal.

(Copyright Andrés Fornells)

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