MARUXINA MARUXONA, UNA BRUJA FAMOSA (RELATOS)

Relatos 13 de nov. de 2014

bruja
MARUXINA MARUXONA, UNA BRUJA FAMOSA
En los tiempos de la Inquisición había que andarse con sumo cuidado o con pies de plomo, que es una manera de significar lo mismo diciéndolo de otro modo. Por ejemplo, en esa época  alguien estornudaba, otro alguien mostraba su buena crianza diciendo: ¡Jesús!, e inmediatamente lo trincaban por haber empleado el nombre de Dios en vano, y le caía el pelo. Bueno, le caía  el pelo y le caía un sufrimiento de padre y muy señor mío porque lo torturaban y, para postre, lo asaban a la parrilla como si fueras un churrasco argentino. No sé cuando surgió esa educada costumbre de decir Jesús a los estornudadores (pero haré averiguaciones porque esto lo considero de vital importancia para la buena marcha del mundo). Lo  que sí sospecho es que en tiempos de la inquisición debieron ser multitud  los  que dejarían de practicar esta educada costumbre cuya buena intención debía ser pedirle a Jesús que cuando alguien estornudase no se quedara para siempre con la boca abierta o se rompiese una costilla con el esfuerzo realizado como le ocurrió a mi tío Mariano que era un genio consiguiendo bajas laborales que le permitían disfrutar a lo largo del año de más ocios que de jornadas de trabajo. Pero vayamos a la historia (verídica) que hoy quiero contar.
En aquellos tiempos en que hubo en nuestro país (y también en muchos otros, porque unos tienen la fama y otros cardan la lana) un exagerado consumo de leña, muy aparte de la que empleaban los hogares, denunciaron por envenenadora a la bruja Maruxina Maruxona.
La Santa Inquisición inmediatamente la apresó, le quitó la ropa para no estropeársela y también para averiguar si estaba tan buena como un noble indiscreto y chivato les había asegurado. Y por la lujuria que apareció en los ojos de los inquisidores, hasta el menos suspicaz habría sabido apreciar que lo manifestado por el aristócrata informador era muy cierto. Una vez la tuvieron a ella como su casquivana madre la trajo al mundo, la ataron a una “X” de madera y la interrogaron, primero a las buenas, como si llevaran intenciones inocentes, festivas, pretendiendo despertarle la sinceridad locuaz:
—Arpía bonita, has sido denunciada como envenenadora —sin quitar de su escultural figura sus ojos viciosos los miembros del tribunal —. ¿Te confiesas culpable de haber envenenado a varias personas, sin  que te impulsase a ello mala intención alguna? Puedes sincerarte con nosotros, somos personas muy comprensivas, muy indulgentes con la debilidades humanas. Después de todo ¿quién es perfecto en este mundo tan pecador?
La acusada de bruja compuso una cara de tan extrema candidez que por un momento hizo dudar a sus acusadores, al tiempo que les aseguraba de un modo muy convincente:
—Hombres santos, todas las acusaciones que han vertido sobre mi persona son mentiras cochinas, calumnias puercas con las que los malditos envidiosos pretenden que yo sea asada viva. Me declaro inocente. Absolutamente inocente. Tan inocente como un recién nacido de mujer honesta y bien casada por la santa madre iglesia. Lo que ocurre conmigo es que preparo unos afrodisíacos tan deliciosos que la gente muere de ganas de probarlos, los consume abusivamente y terminan sentandole mal. Tengo una olla llena encima de la mesa de mi cocinita.  Vayamos todos juntos allí, tomen vuestras mercedes un vasito lleno de esta ambrosía preparada or mí y de buen seguro que me darán la razón.
La curiosidad es una característica muy arraigada entre los seres humanos y por eso, aunque puede encerrar sus innegables peligros, son multitud los que la practican.  Los santos varones de la Inquisición fueron en compañía de la bruja Maruxina a la vieja y sucia cabaña de ella. La bella arpía les sirvió un buen vaso a cada uno de ellos del elixir suyo y les invitó a beberlo mientas ella, vestida solo con dos velos que mantenía más tiempo fuera de su cuerpo que cubriendolo, les dedicó un baile del vientre que puso cachondo hasta a un macho cabrio que ella tenía, disecado en un rincón de su cuchitril. Cuando se hubieron teminado el delicioso mejunje, Maruxima dejó de bailar y preguntó con la expresion de inocencia que no habría mejorado un recién nacido:

–¿A qué no les engañé al decirles que en su vida habrían tomado nada tan delicioso como mi ponche?

Un grupo entero de siniestros personajes de vestimenta tan negra como su conciencia, aseguró que era cierto. Y segundos más tarde todos ellos fueron cayendo fulminados por el fatídico veneno que les reventó las tripas.

MORALEJA: EN UN MUNDO LLENO DE ASTUTOS SIN ESCRUPULOS, HASTA LOS HUMANOS MUY MALOS CORREN PELIGRO DE PERECER ANTES DE TIEMPO.

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