MAGDALENA (Microrrelato)

CAMA 3

MAGDALENA

Era verano y hacía un calor agobiante.

Ella se encontraba encima de la mesita de noche, y él tendido en la cama desnudo.

Ella le dijo, tentadora:

—¿Te gusto, cariño?

—Me gustas —mostrando cansancio y desgana.

—¿Te gusto mucho, cariño?

—Me gustas mucho, Magdalena. Pero calla y duérmete.

—No puedo dormirme. No tengo sueño. ¿No me deseas, con lo buena que estoy?

—Sí te deseo, pero no en este momento. Mañana será otro día.

—Antes pensabas que no era bueno dejar para mañana lo que podías hacer. Antes eras insaciable. Pero si no te gusto, es igual. A otro le gustaré. A tu hermano por ejemplo.

—¡Eso sí que no, Magdalena!

—Entonces saboréame, cómeme.

—Está bien, tú lo has querido.

Él le quitó el papel rizado a la rica magdalena y comenzó a comérsela, a disfrutarla, aunque no tenía hambre. No estaba dispuesto a dejársela al goloso de su hermano. Ellos dos se llevaban fatal.

 

 

 

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