LOS MOTIVOS POR LOS QUE NO SOLO SE RETIRÓ EL HÉROE, SINO TAMBIÉN SU SUPERIOR (MICRORRELATO)

El general Isidoro Riduero pidió al presidente audiencia para tratar con él de un asunto que calificó de suma importancia.
El señor presidente le contestó, por medio de su secretario personal, que para él sería un honor recibirle a la mañana siguiente en su residencia privada.
Esta especial deferencia la merecía el general Isidro Riduero pues era el militar más condecorado que jamás había tenido su país. Este prestigioso y valiente oficial había luchado heroicamente al frente del ejército de su nación y salido victorioso en todas las batallas en las que había tomado parte. En esas batallas había recibido numerosas heridas, perdido un brazo, perdida la visión total de uno de sus ojos y, sin embargo, porque su patria lo necesitaba él había continuado en activo. Ahora, derrotados los últimos enemigos en una terrible y cruenta batalla, no paraba de recibir homenajes.
Cuando el general Isidoro Riduero llegó a la lujosa vivienda del presidente, éste lo recibió en la puerta, se inclinó respetuoso delante de él y lo invitó a pasar directamente a su despacho.
Una vez estuvieron sentados en aquella amplia estancia, el máximo dirigente de la nación ofreció de beber a su prestigioso visitante. El militar de alta graduación agradeció la amabilidad y respondió que no le apetecía tomar nada.
—Pues dime, mi admirado Isidoro, ¿qué puedo yo hacer por mí?
—Aceptar en este mismo momento mi dimisión irrevocable.
—Por supuesto que tus deseos son ordenes para mí, pero me gustaría saber por qué te llevan a tomar tan repentina decisión —muy sorprendido el presidente.
—He tomado esta decisión por dos razones: en mis sueños todas las heroicidades que tienen lugar en ellos son condenadas por Dios hasta el punto de conseguir que me averguence y arrepienta de todo cuanto he hecho.
—Vaya es algo realmente enojoso lo que te ocurre. –reconoció el máximo mandatario de la nación–. ¿Y cuél es la segunda razón que tienes para querer abandonar el ejército?
—La segunda razón es que se me aparecen en sueños los rostros de todos aquellos soldados que maté directamente o indirectamente en los campos de batalla y todos me gritan que soy un maldito asesino y no merezco seguir vivo.
—Eso es terrible. Muy atormentador —reconoció su interlocutor—. ¿Y si dejas la actividad militar, Dios dejará de molestarte y esos soldados que mataste dejarán de gritarte, en tus sueños, que no tienes derecho a seguir vivo?
—No creo que lo hagan, pero por lo menos, dejanndo de estar activo, no aumentaré yo ese número de muertos
El general Isidoro Riduero salió de aquella entrevista licenciado y con un secreto que el presidente no le había revelado  a nadie y tampoco a él. Y era que, en sueños, además de la condena del Sumo Hacedor, grupos de soldados propios, unidos as los soldados enemigos le gritaban que no tenía derecho a seguir vivo. Al término de su mandato aquel presidente no se presentó a las próximas elecciones que, por su extraordinaria popularidad, habría ganado. Tanto él, como el general, aunque habían obrado como su país les exigía, no lo hicieron de acuerdo con su atormentadora conciencia.

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