LO QUE YO HE PODIDO AVERIGUAR SOBRE LOS HARENES (I) (SUPERSTICIONES, MISTERIOS Y MAGIAS)
Por mis primeras y equivocadas lecturas adolescentes, creía yo entonces que los harenes eran unos sitios poco menos que paradisíacos. Fabulosos palacios, ostentosas salas, numerosas habitaciones, todo ello construido con la bellísima arquitectura oriental.
Y dentro de las habitaciones camas y almohadas primorosamente bordadas, y artísticos muebles de madera preciosa llenos de bandejas conteniendo todo tipo de deliciosas frutas y dulces. Y fuera del magnífico edificio frondosos jardines multicolores sembrando oleadas de perfume en el aire, y fuentes cantoras cuyos melódicos chorros convertían en diamantinos, al envolverlos, los rayos solares.
Y disfrutando de todo ese idílico escenario un grupo de mujeres bellísimas vestidas con ricas, finísimas y semitransparentes telas que, en calidad de esposas o concubinas gozaban practicando sexo con el sultán, feliz, generoso y poderoso amo suyo.
Además de lo que acabo de exponer creía yo sobres los harenes, que pertenecían únicamente al mundo musulmán, y estaba totalmente equivocado. Los harenes, o espacios para mujeres existían ya en los tiempos del Egipto faraónico, en la Grecia Clásica y posiblemente en alguna época antigua más, que yo desconozco.
Hasta donde sé, el harén más famoso del mundo nos lo dejó el Imperio Otomano. Me refiero al palacio Topkapi (en Estambul) con sus 300 habitaciones consideradas de gran valor arquitectónico e histórico.
Parece ser que dentro de los harenes muy grandes se seguían rígidas normas marcadas por la tradición, la obediencia y la realización de varias estrictas ceremonias. Solía dirigirlos la madre del sultán, cuya notable influencia llegaba hasta el punto de tomar partido en asuntos de estado.
Y en estricto orden jerárquico, después de la madre del sultán, mandaba la primera esposa del sultán si era ella la madre de su primogénito. Y después de estas dos muy importantes mujeres, venían otras esposas y también favoritas del sultán. Para finalizar con las concubinas que compartían cama con él.
El origen de las mujeres que entraban en un harén era muy variado. Mayoritariamente eran jóvenes del país, regalos de jóvenes de otros países y otras mujeres trofeos de guerra. Dentro del harén, ellas eran educadas en diferentes artes: danza, música, poesía, etc.
Las jóvenes que nunca pasaban de ser esclavas, quedaban exentas de cumplir un papel sexual y recibían el nombre de odaliscas.
El trabajo de concubina era remunerado y tras nueve años de servicio se les permitía marcharse para que se casaran; y se las premiaba, pues los gastos de la boda eran abonados íntegramente por el sultán.
Harenes como el Topkapi, aquí mencionado, estaban formados por más de mil personas, eunucos y esclavos incluidos. Por cierto, el jefe de los eunucos era tan importante, que solo estaba por debajo del Gran Visir y algún consejero especial.
Dentro de ese millar de personas estaban también las concubinas de los oficiales importantes, y algunas muchachas usadas para concertar matrimonios políticos.
Entre ese millar de personas no sé si estaban sumados los hijos que iban teniendo todos ellos. Para tener una ligera idea del número de hijos que debían sumar, pondré un ejemplo de la fertilidad que demostraban algunos sultanes; Murat II tuvo 112 hijos de sus múltiples consortes.
Supongo que todo lo que acabo de enumerar debía generar no poco problemas. Sobre esto, nada he podido encontrar.
Posiblemente la poligamia sea tan antigua como la primera creación de grupos humanos. Se menciona ya en el Antiguo Testamento. Personajes como Abraham, está escrito que tenía dos esposas.
También el Corán autoriza tener más de una esposa dando a todas ellas el mismo buen trato. Durante mucho tiempo las tres religiones monoteístas (judaísmo, Cristianismo e Islam) practicaron la poligamia, y terminó o con ella, finalmente, el cristianismo en el Concilio de Trento.
Y esto es todo por hoy. En otro momento que disponga de tiempo y ganas de investigar más, me ocuparé de averiguar cómo eran los harenes egipcios, griegos y chinos.
(Copyright Andrés Fornells)