LINA PERDIÓ A SU NOVIO EN UN BAILE (MICRORRELATO)

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Lina había tenido intrigado a Vicentito, su novio, durante toda la semana sobre un lugar muy guay al que deseaba llevarle el sábado noche.
Y el sábado noche, él, Vicentito, maqueado y perfumado como se ponía siempre que iba de bureo con Lina, fue a recogerla con su utilitario.
—Anda, no seas cruel, adelántame eso tan guay que vamos a disfrutar esta noche. No sigas martirizándome —pidió Vicentito después del apasionado beso que se dieron antes de entrar en el coche.
Ella, sin soltar las dos manos que mantenía cerradas en las esferas gemelas de la retaguardia de él, respondió recobrando el aliento:
—Te lo diré cuando lleguemos. Es una sorpresa.
—Odio las sorpresas —aceptó él resignado.
Llegaron minutos más tarde delante de la puerta de una discoteca de reciente inauguración.
—Debí suponer que me llevarías a un sitio nuevo —aprobó Vicentito.
Pagaron la entrada y entraron en una sala llena de gente y con una excelente orquesta interpretando música moderna. Pero en cuanto se cerró la puerta del local, ya no pudieron ver nada.
—¡Jope!, ¿qué le ha pasado a la luz? —se sorprendió él.
—No le ha pasado nada a la luz, mi amor. Acabamos de entrar en la primera discoteca que está estrenando una modalidad venida de Estados Unidos que se llama: Baile en la oscuridad —le aclaró ella.
—Oye, qué original —reconoció él.
Lina y Vicentito empezaron a bailar el lento que sonaba en aquel momento. Los dos consideraron que era una experiencia muy excitante y misteriosa la de sentirse y tocarse los cuerpos empleando el método Braille. Pero después del lento vino una pieza extraordinariamente movida, y ellos dos se separaron y, en el próximo lento descubrieron que era otra persona la que tenían entre sus brazos.
Lina se rio, considerando como algo divertido lo sucedido. Pero cuando el chico que tenía ahora de pareja la recorrió con manos desvergonzadas los rincones más secretos de su naturaleza femenina, reaccionó arreándole una tremenda bofetada que lo hizo tambalearse y, acto seguido, empezó a llamar discretamente a su novio:
—Vicentito, Vicentito…
Vicentito no le respondió. Había abandonado un rato antes la sala en compañía de Pitufo, un chico lindísimo que le había descubierto que, había vivido hasta entonces una vida sexual equivocada.

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