LAS BONITAS HISTORIAS DE AMOR NUNCA LAS VIVEN LOS TÍMIDOS (RELATITO)
LAS BONITAS HISTORIAS DE AMOR NUNCA LAS VIVEN LOS TÍMIDOS
(Copyright Andrés Fornells)
Baldomero Piernasuelta era un tipo normal. Podía mirarse al espejo sin que éste se rompiese horrorizado. Baldomero trabajaba, ganaba una porquería de sueldo, y, de tan acostumbrado a pasar hambre que estaba, había dejado de pasarla. Gozaba de buena salud, posiblemente porque con su mísero sueldo no le alcanzaba más que para un plato de lentejas diarias, y estos disquitos oscuros, hasta el más ignorante sabe que contienen hierro. Pero lo malo del hierro, todos lo sabemos, es que se oxida. Bueno, por lo que fuera, su salud todavía no le protestaba por el pésimo carburante que llevaba una eternidad suministrándole y, los días que lucía el sol y las flores se abrían, a Baldomero se le olvidaba ejercer de desdichado.
Pero una mañana en que a él se le distrajo el destino, de improviso, una muchacha que le venía de frente, le sonrió, para inmensa desdicha suya.
A la muchacha aquella, sonreírle, le costó un segundo. A él, olvidarla, lleva veinte años intentándolo y todavía no lo ha conseguido.
Los tímidos no parecen ser seres más infelices que los demás, pero sí lo son, y muchísimo. Por lo menos eso es lo que sobre sí mismo piensa Baldomero Piernasuelta.
Cuando él me contó a mí, su compañera de trabajo, la tragedia que una sonrisa le había causado, le dije, lamentándolo:
—Resígnate, Baldomero, las bonitas historias de amor nunca las viven los tímidos. Lo sabe todo el mundo, y es hora de que lo sepas tú también.
Baldomero Piernasuelta me sonrió. No le funcionó conmigo. Su sonrisa la había yo olvidado al segundo siguiente.
Y es que cuando una buena chica tiene un novio muy atractivo y lo quiere, la infidelidad se aleja de ella, como se aleja el demonio del agua bendita.
Todo el mundo me llama: Encarnita la Fiel.