LA CIUDAD DE LAS CHICAS SONÁMBULAS (MICRORRELATO)

LA CIUDAD DE LAS CHICAS SONÁMBULAS (MICRORRELATO)

Voy a contarles lo que ocurrió en una ciudad que, tecnológicamente era de las más avanzadas del mundo. En esa ciudad, los varones jóvenes preferían divertirse con los videojuegos, a practicar el galanteo, el flirteo y el cortejo, entretenimientos que fueron los favoritos de sus antepasados. 
A un chica llamada Finita Serrucho le gustaba un chico llamado Eduardo Campana. Ella había procura llamar la atención de él, de muchos modos diferentes e infalibles en otros tiempos: pasar por delante suya perfumada con una fragancia afrodisiaca, lucir vestidos escotados por arriba y faldas muy cortitas por abajo, contonear voluptuosamente su bien proporcionado cuerpo, dirigirle miradas y sonrisas seductoras, etc.

Nada de todo esto sirvió para que Eduardo Campana apartase la mirada del juego que lo estaba absorbiendo en su teléfono móvil de última generación. 
Una noche de verano, por la ventana que Eduardo Campana había dejado abierta por razones del veraniego calor reinante, Finita Serrucho entró en su dormitorio y tarareando una cancioncita muy de moda en aquel momento paseó por delante de él hasta conseguir despertarle.

Eduardo Campana al notar que no estaba solo, encendió la luz y vio a una muchacha muy bonita en la que nunca se había fijado él antes. Descubrió que ella llevaba todo el tiempo los ojos cerrados y entendió que era una sonámbula que, dándose un paseo nocturno se había metido en su cuarto.

Eduardo Campana conocía, por haberlo escuchado, que despertar a un sonámbulo era muy malo para quienes sufrían este tipo de trastornos, pues podía incluso causarles un ataque cardíaco y posibblemente la muerte.
—Príncipe mío, vamos a comernos esta manzana a medias para salvarnos del terrible castigo del pecado original —susurró ella tomando asiento en la cama, a su lado. 
Eduardo Campana temiendo poder causarle un fatídico perjuicio si la despertaba, cuando ella, despues de darle un mordisco a la fruta se la entregó, él la mordió a su vez. 
Y mordisco va, mordisco viene, se terminaron la manzana entre los dos. Entonces Finita Serrucho, que mantenía todo el tiempo los ojos cerrados, dijo: 
—Príncipe mío, si no me besas en la boca, ten por seguro que me voy a morir.

Eduardo Campana se imaginó el escándalo que se armaría si lo encontraban con un cadáver en su cama y la besó en la boca, tal como ella quería. Y descubrió que experimentaba un inmenso placer con aquella caricia.

Finita Serrucho le devolvió el beso. Le cogieron gusto a besarse, sus manos no quisieron permanecer ociosas y se dedicaron a irse quitando ropa el uno al otro. Finalmente quedaron desnudos y descubrieron, él, que no existía nada más hermoso que un cuerpo de mujer y, ella, que no existía nada más hermoso que un cuerpo de hombre.

Y nadie les tuvo que decir que una de las cosas mejores, más delciosas, más antiguas que pueden hacer un hombre y una mujer desnudos en una cama, es querer entrar uno y desear ser entrada la otra.

El resultado que con esta práctica obtuvieron fue una explosión de placer tal que creyeron durante unos momentos, que esa explosión los había matado.

Cuando descubrieron que de aquella muerte tan extraordinariamente gozosa, se resucitaba trascurrido un brevísimo periodo de tiempo, repitieron.
En adelante Eduardo Campana, en vez de dedicarle su tiempo a los juegos de su móvil, lo dedicaba a Finita Serrucho enviándole mensajes en los que le decía lo muchísimo que ella le gustaba y las locuras que le haría, cuando ella entrando por la ventana de su dormitorio, que él dejaría abierta, se reuniesen en la cama.  

Finita Serrucho les contó a sus amigas, hermanas y primas el truco que había empleado y el resultado obtenido: que el chico que le gustaba a rabiar prefiriese jugar con ella a jugar con videojuegos.

Eduardo Campana les contó a sus amigos, hermanos y primos lo que le había ocurrido al dejar abierta la ventana de su cuarto.

Y el fin de semana siguiente por las ventanas de muchos cuartos de chicos solteros entraron chicas sonámbulas y aquel año en la ciudad llamada Corraleja del Buen Pastor hubo más matrimonios que ningún otro año anterior y asimismo embarazos no planeados y extraordinario aumento del censo.

(Copyright Andrés Fornells)