LA CEGUERA PROPIA (PÍLDORAS FILOSÓFICAS)
LA CEGUERA PROPIA
Él descubrió que el amor no es ciego el día en que ella le dijo, cuando la invitó a bai-lar:
—Lo siento, pero no bailo más contigo porque estás cojo.
El se miró entonces las piernas y se dio cuenta de que le faltaba una.
A menudo no descubrimos nuestros defectos hasta que alguien nos los hace ver, señalándolos.