LA ABUELA FELICIANA Y SU AMARRE CASERO DE AMOR (RELATO)

LA ABUELA FELICIANA Y SU AMARRE CASERO DE AMOR (RELATO)

LA ABUELA FELICIANA Y SU AMARRE CASERO DE AMOR

Empezaré avisando a mis lectores de que yo no tengo demostración ninguna de que esto que voy a contar a continuación consiga resultados ciertos, pues no he puesto en práctica este amarre por ser yo uno de esos seres afortunados que ha encontrado el amor empleando las virtudes antediluvianas de la cortesía, la galantería y la honradez.

El amarre que voy a describir aquí se lo escuché contar, a mi abuela, una amiga suya que se llamaba Feliciana Sánchez, dama un tanto achacosa, de buena estatura, movimientos pausados y que por el encanto que todavía conservaban sus facciones debió ser, de joven, extraordinariamente hermosa. A mí, lo que más me impresionaba de ella era el bondadoso brillo de sus ojos, que poseían un color azul algo borroso, y el timbre de su voz agradable, melodioso, adormecedor.

Bueno, hecha esta descripción de la bruja Feliciana Sánchez, paso a detallar el amarre de amor que ella hacía, ¡gratuito!, pues no era una persona codiciosa que quisiera medrar obteniendo dinero ajeno por divulgar sus conocimientos.

Para realizar un amarre de amor lo primero que se debe hacer (según aseguraba ella) es conseguir una foto, en papel fotográfico, de la persona que se deseaba amarrar. A esta foto había que rodearla con una cinta de color rosa y atarla haciéndole tres nudos (ni uno más ni uno menos). Esta foto atada había que apoyarla en la taza que acostumbraba tomarse el café por la mañana quien quería salir favorecido en el amarre.

El segundo paso era colocar delante de la fotografía atada una vela de color rosa, de ser posible que no una vela cilíndrica sino cuadrada. En el caso de que resultase difícil de encontrarla, se podía cortar por sus lados una vela cilíndrica dejándola, de ese modo, cuadrada. Esa vela se dejaba encendida durante 70 minutos (la suma de espinas que tenía la corona con que rodearon la divina cabeza de Cristo) delante de la fotografía.

El tercer paso era cortar un papel en forma de triángulo, escribir en él el nombre de la persona que se quería amarrar, usando un lápiz también de color rosa. Si además del nombre se conocían los apellidos de esa persona, el sortilegio sería todavía más efectivo. Ese papel con el nombre escrito debía doblarse tres veces y luego colocarse dentro de la taza sobre la que estaba apoyada la fotografía.

El cuarto paso era, con un cuentagotas sacar líquido de un frasquito que contenga esencia de rosas, y echar encima del papelito doblado ocho gotas por el número de planetas que rodean el sistema solar.

Todos estos pasos se realizaban en diferentes sesiones, de varios minutos cuya duración decidía la persona que realizaba el amarre. Estas sesiones se repetían todo el tiempo que tardaba en consumirse una vela pequeña encendida que, según calculaba ella era alrededor de ocho horas.

Mientras se efectuaban todas las acciones aquí enumeradas, la persona que quería conseguir el amarre, debía repetir tantas veces como años tenía la persona que se deseaba amarrar, su nombre y la palabra: te amo. Por poner un ejemplo: Antonio, te amo, Antonio, te amo, etc.

Si una vez hecho todo lo anterior, si a esa persona que se deseaba amarrar no se conseguía hacerlo, quien había realizado el conjuro, debía considerar que la persona que deseaba amarrar, los poderes máximos del universo habían considerado que no le convenía, y por lo tanto lo mejor que podía hacer era olvidarse de ella.

Y aquí termina el tipo de amarre que la bruja amiga de mi abuela nos contó que hacía ella. La demostración de su efectividad o no, podrán saberlo quienes creyendo en estas cosas supuestamente mágicas tengan la paciencia y el empeño de probarlas.

Yo me he limitado a escribir algo que escuché, mucho tiempo atrás, a una bruja blanca a la que consideré una buena persona y que hacía unas croquetas de pollo tan buenas que no he conocido a nadie que sepa hacerlas mejor.