HISTORIAS DE ESPÍRITUS, O DE ALMAS EN PENA, O DE LO QUE SEAN (VIVENCIAS MÍAS)

HISTORIAS DE ESPÍRITUS, O DE ALMAS EN PENA, O DE LO QUE SEAN (VIVENCIAS MÍAS)

HISTORIAS DE ESPÍRITUS, O DE ALMAS EN PENA, O DE LO QUE SEAN

(Copyright Andrés Fornells)

La primera máquina de escribir que compré era de segunda mano y estaba embrujada. Todas las mañanas de las ocho a las nueve se inmovilizaban las teclas y no podía yo escribir más en ella. Siempre ocurría a la misma hora y yo sentía la presencia de un ser invisible y, a veces como si alguien estuviese alentando junto a mí. Supuse que la persona que había tenido aquel aparato antes que yo había muerto y, en vida, escribía durante esa hora. Cogí la costumbre de no tratar de escribir durante ese periodo de tiempo y, para estar a buenas con aquel espíritu, solía decirle:

—Es tu turno. Hasta luego.

Y me iba a dar un paseo. Cuando conseguí ganar un poco más de dinero del que precisaba para comer y no andar desnudo por la calle, me compré una máquina nueva de escribir. Esta era eléctrica y dejó de ocurrirme con ella aquello de bloquearse y sentir el aliento de un ser invisible cerca de mí. Puede creerme quien quiera, si digo que eché de menos al espíritu aquel y, alguna vez que otra proponía yo en voz alta, por si no se había marchado del todo:

—Es tu turno. Hasta luego.

El espíritu despreció siempre la máquina de escribir que no era la suya.

En una entrevista que me hicieron para promocionar una de mis novelas, la que lleva por título EL BAILE DE LOS DELFINES SAGRADOS, conté esta historia y tuve la impresión de que mi entrevistador no me creyó. No me lo tomé a mal, como tampoco lo hice cuando conté que a un armario viejo que había comprado, un espíritu abría su puerta,  supuse que miraba dentro y luego la cerraba de nuevo.

Un día mantuvo esa puerta más tiempo abierta que otras veces, la cerró y no volvió a aparecer nunca más. Supuse que esa alma en pena había encontrado por fin lo que buscaba en ese armario y no necesitó volver. Lo que él vino a buscar no era nada mío, porque nada eché en falta.

No sé que pensará otra gente de estas cosas, pero yo pienso que es esperanzador que cuando cruzamos la frontera que separa la vida, de la muerte, nuestra esencia todavía ande presente cerca de la realidad.

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