HA MUERTO MOHAMMAD ALI D.E.P (ACTUALIDAD)

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Seguramente, en los tiempos que corremos, si confieso que me gusta el boxeo, todos los falsos pacifistas, algunos de los cuales enviarían a la cámara de gas a cualquiera que les pisara un callo, me criticarán. Y seguramente bastantes de ellos se deleitan viendo carreras de Fórmula 1, carreras de motos o conduciendo temerariamente un vehículo por nuestras, cada día, más peligrosas carreteras nacionales.
A Mohammad Ali no tuve la suerte de verle boxear en directo, y tampoco de verle mucho por la televisión, pues los canales que en nuestro país se han atrevido a dar combates de boxeo, o no han tenido éxito o han sido aconsejados por los accionistas de los mismos, que da más dinero y más espectadores los reality shows en los que personas, a las que nunca votaríamos para ganadores de cualquier premio Nobel, nos desnudan sus “maravillosas” intimidades, que muy apropiadas para los que están necesitados del uso de laxantes.
Según sus propias palabras, Mohammad Ali se metió en el boxeo por esta razón: “Cuando empecé a boxear, todo lo que quería era poder comprarles a mis padres una casa y tener un auto grande para mí. Pero mis sueños comenzaron a crecer”.
Mohammed Ali, según dicen los expertos se movía como un peso ligero, pero pegaba con la contundencia de un peso pesado, que, por lo que daba en bascula, eso era.
Era jactancioso, por convicción o para sorprender:
“Yo fui el Elvis del boxeo, el Tarzán del boxeo, el Superman del boxeo, el Drácula del boxeo, el gran mito del boxeo”.
Ahora, para disfrute de los amantes del pugilismo nos están dando combates suyos, y produce gran admiración ver como él convierte esto de darse puñetazos: en un espectáculo bello. Decía él: “Flotar como una mariposa, picar como una abeja. Tus manos no le pueden pegar a lo que tus ojos no ven”.
Su muerte, a ignorantes como yo nos ha servido para descubrir que Mohammed Ali no solamente era el más extraordinario campeón de boxeo de todos los tiempos, sino también un extraordinario ser humano. Hizo innumerables obras de caridad, y ayudó a vivir mejor a numerosas personas necesitadas.
También he descubierto que Mohammad Ali desmontaba, en su persona, esa teoría de que los practicantes del deporte de las cuatro cuerdas son medio brutos, o que terminan sonados. Aquí expongo otra muestra de que ese no fue nunca su caso: “Una persona que ve la vida a los 50 años igual a los 20, ha desperdiciado 30 años de vida”.
Se negó a ir a la guerra de Vietnam y poco menos que le crucificaron. La explicación que dio fue: “No voy a ir a 10000 millas de aquí y dar la cara para ayudar a asesinar y quemar a otra pobre nación simplemente para continuar la dominación de los esclavistas blancos».
Tengo la ventaja de chapurrear el inglés lo suficiente para poder entender los testimonios que Mohammad Ali dejo para la posteridad y he podido constatar y reconocer que era un hombre notoriamente inteligente, que veía con meridiana claridad la mediocridad, la ruindad y la codicia que hervía en las entrañas de numerosos personajes que ostentaban el Poder en los tiempos que le tocaron vivir.
Y a los que le criticaban haber cambiado de religión, les decía:
“Soy musulmán, soy boxeador, un hombre que busca la verdad. No estaría representando al Islam si fuese un terrorista. Todo el mundo debe conocer la verdad: Islam es paz”.
Descanse en paz un gran hombre y, si existen algunos de esos dioses de los que nos hablan las religiones y sus seguidores, que lo premien si consideran lo merece. Yo hago lo que puedo reconociéndole méritos, respetándole y admirándole.

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