GRANDES INDUSTRIAS EN VEZ DE GRANDES TEMPLOS (MICRORRELATO)

GRANDES INDUSTRIAS EN VEZ DE GRANDES TEMPLOS (MICRORRELATO)

Antaño fueron los grandes templos los que destacaron en las ciudades importantes, con sus bellos, colosales edificios. Los dioses merecían todos los titánicos esfuerzos de los pueblos que creían en ellos. Esas colosales, bellas, extraordinarias construcciones fueron admiradas por cuantos las vieron, y los dioses a los que las dedicaron: venerados y adorados.

Quienes creían en esos dioses les atribuían salvadoras ayudas económicas y curaciones milagrosas. Actualmente, muchas de esas magníficas, maravillosas obras arquitectónicas son desatendidas, abandonadas (excepto las que dan dinero porque se ha convertido en visita programada para los turistas) y los despiadados elementos y el injusto olvido las van destruyendo, o están empezando a convertirlas en restaurantes.

Ahora son las grandes industrias, sin belleza alguna, bien adecuadas para la masiva explotación: los colosales símbolos del progreso y el capitalismo esclavizador y contaminador. Los forzados feligreses de estos modernos templos industriales, dedicados al todopoderoso dios Don Dinero, son obreros que enriquecen, a cambio de salarios de miseria, a los poderosos sacerdotes de esos templos paganos, que son magnates y políticos.

Y ellos dictan dentro de sus dominios reglas y conductas sin las que nadie, que se atreva a incumplirlas, podrá escapar ni sobrevivir. Y ellos han ido eliminando todo aquello que hacía libres a los hombres. Como por ejemplo la artesanía. Han creado máquinas que fabrican cualquier cosa masivamente y más barata. Saben que una vez han arruinado para siempre al artesano, se habrán librado de un hombre libre, y una vez eliminado el hombre libre, venderán de un modo exclusivo sus productos al precio que ellos quieran poner.

Los siguientes a eliminar son los pequeños granjeros, los hortelanos, no porque puedan hacerles la competencia a los extensísimos latifundios, a las enormes, imbatibles industrias de todo tipo, sino porque también son hombres libres.
Y después de un tiempo, en el que han empleado su notable inteligencia (humana y artificial), su falta de piedad, y el enorme talento para explotar a su prójimo, estos falsos sacerdotes adoradores del dios Don Dinero, han conseguido su objetivo: una enorme mayoría de esclavos a su servicio y ser los ricos cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres.

Y habrán conseguido ese mundo falsamente feliz que tan magistralmente, el genial escritor Aldous Huxley, nos adelantó íbamos a tener.

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