FINALMENTE ENCONTRARON UN PRESIDENTE HONRADO (MICRORRELATO)

para-presidente
Hubo una vez un país medianamente próspero. Y era medianamente próspero porque, quienes lo venían gobernando desde hacía muchas décadas desconocían la honradez y eran sabios en el arte del latrocinio.
Hartos de todos ellos, los habitantes de ese desafortunado país decidieron, unánimemente, en lugar de celebrar elecciones colocar lo que llamaron el cetro de la gobernabilidad en lo alto de una montaña escarpada, de difícil acceso, y se propuso a los cuatro aspirantes que se presentaron dispuestos a gobernar para que todos los habitantes del país tuvieran un salario digno, vivienda, una buena educación, una buena sanidad y una buena justicia, y terminaran con las más abyectas injusticias como era el paro, los salarios de miseria, la corrupción, el nepotismo, la estafa y el amiguismo.
Un comité de ciudadanos ejemplares aguardaría junto al cetro para entregarlo al aspirante a presidir el gobierno, que llegase antes a la cumbre de la montaña escogida.
—Instalaremos un faro allí en la cima porque siendo tan grande la distancia a recorrer ninguno de los participantes conseguiréis llegar allí de día —explicó el jefe del comité un anciano que toda su vida había pasado estrecheces, nunca había cometido delito alguno y había prestado su desinteresada ayuda a todo aquél que había podido.
Llegó el día y la hora propuesta y los cuatro aspirantes iniciaron la carrera a la presidencia. Como eran personas poco acostumbrados a realizar esfuerzos físicos, al principio avanzaron más o menos al mismo ritmo, sudando mucho y quejándose de lo dura que era aquella ascensión.
Llegó la noche y aprovechando la oscuridad de la misma, tres de los aspirantes a presidentes, conocedores y practicantes de mil trampas y triquiñuelas, las pusieron en práctica para logar su objetivo que era conseguir el poder máximo.
Uno de ellos, se encontró a mitad de camino a un famoso escalador amigo su-yo y éste le prestó su ayuda para que avanzase más rápido en la casi total oscuridad reinante.
Otro de ellos se encontró en un sitio acordado, con un familiar que le tenía preparado un dron.
—Está programado con un GPS y te dejara a unos doscientos metros de don-de se encuentran los miembros del comité y el cetro que te permitirá lograr la presidencia a la que aspiras tú, tu familia y tus amigos para lograr, bajo tu mandato, reunir una cuantiosa fortuna.
Un tercer aspirante a presidente, considerándose más astuto que los demás, había alquilado un helicóptero silencioso que le dejaría a menos de cien metros de la meta iluminada.
Muy avanzada la noche llegó el candidato que había empleado un helicóptero, comprobando con gran satisfacción que había llegado el primero.
—Denme el cetro que me lo he ganado —urgió, ambicioso.
—No daremos nada a nadie hasta que hayan llegado aquí todos los aspirantes —dijo el anciano portavoz del comité.
Minutos más tarde llegó el que había empleada un dron para acortar camino. Algunas horas más tarde se produjo la llegada del candidato que había busca-do apoyo en un afamado escalador.
Y ya de madrugada apareció, exhausto, con heridas en sus manos y en otras partes del cuerpo, el cuarto contendiente.
—Por fin, podré recibir el cetro de mando —dijo el tramposo del helicóptero.
—Yo te ayudaré a mandar —se ofreció el tramposo del dron.
—Y yo también te ayudaré a mandar —propuso también el tramposo de la escalada.
Para sorpresa de todas ellos, el comité de sabios le entregó el cetro al que todavía exhausto seguía jadeante tumbado en el suelo, y le dijo:
—Tú gobernarás porque has demostrado que eres el único honrado de vosotros cuatro.
Y éste elegido gobernó del mismo modo que había subido la montaña: con gran esfuerzo personal y sin hacer trampas que le permitieran enriquecerse.
Lástima que esto solo sea un cuento, ¿verdad?