ESCÁNDALO: LO ECHARON DE UN PARTIDO POLÍTICO PORQUE NO VALÍA (RELATO)
(Copyright Andrés Fornells)
Agapito Palangana se metió a político. Agapito Palangana no tenía estudios. Esto en absoluto le frenó ni preocupó pues conocía muchos casos, dentro de la política, de políticos que, sin tenerlos, llegaron incluso a ostentar el cargo de presidentes.
Agapito Palangana tenía a su favor una sonrisa encantadora, una colección de slogans muy comerciales y era (para admiración de muchos que no lo eran), extraordinariamente honrado.
Caminando por la vía pública veía un céntimo en el suelo, se detenía a recogerlo y comenzaba a preguntar a todas las personas que pasaban si alguno de ellos lo había perdido. Cuando juntaba cien negativas, este probo ciudadano entregaba la moneda a una O. N. G.
Poco a poco, debido a su encanto personal y al admirable respeto y halago que demostraba a sus superiores, entre los que se encontraba Felipe Jauja (el más superior de todos), Agapito Palangana, por sus méritos personales fue escalando posiciones dentro del partido en el que militaba.
Y un buen día su jefe, Felipe Jauja, le invitó a asistir a un congreso que su partido celebraba en la capital de España.
—Irás allí con todos los gastos pagados. Recoge facturas de todo lo que gastes: viajes, estancia en hotel, cena, etc. A tu vuelta lo entregas al contable y él te abonará lo que hayas gastado. ¿De acuerdo, muchacho?
—Perfecto, señor Felipe. Muchísimas gracias —dijo, agradecido y conmovido, Agapito Persiana.
Él conocía que los partidos políticos se mantienen con los impuestos que pagan los ciudadanos, por lo tanto, se debía ser austero para no aumentar la terrible carga que esos impuestos significan para el pueblo que los soporta.
Partiendo de este principio, Agapito Persiana viajó a Madrid con un grupo que, en un coche particular se partió el gasto de la gasolina, y el viaje le salió por dos euros. Llegado a la capital del país comió en una tasca de las más baratas y la comida le costó seis euros. Por la noche durmió en una pensión de mala muerte compartiendo cama con un viajante de productos de limpieza, y pagó cinco euros.
Asistió al congreso, repartió abrazos y parabienes con los compañeros, aplaudió entusiásticamente las intervenciones de los líderes y regresó a su casa con un coche colectivo que le costó otros dos euros. Desayunó en su casa. Cero gastos para su partido. Dos días más tarde se presentó delante del contable de su grupo político y le presentó su factura de gastos.
Viaje a Madrid = 2 euros.
Cena en Madrid = 6 euros
Dormir en Madrid = 3 euros
Viaje de regreso de Madrid =2
Total gastado = 13 euros
El contable se partió de risa, creyendo que le estaba gastando una broma. Pero la seriedad que mantuvo el rostro de Agapito Palangana, y el repaso a las notas que tenía delante lo convencieron de que no se trataba de ninguna broma. Le abonó a Agapito Palangana los 13 euros y los dos se dijeron “hasta la vista”.
Unos minutos más tarde llegó Felipe Jauja, el jefe del aquel grupo político, con su factura.
Viaje a Madrid en taxi= 1000 euros.
Ramo de flores para la señora del concejal más antiguo =250 euros
Cena en un restaurante de Madrid= 800 euros.
Visita nocturna por la ciudad = 600 euros
Habitación de hotel = 900 euros
Desayuno en el hotel = 250 euros
Regreso de Madrid en taxi= 1000 euros
Total gastado = 4.800 euros
El contable no mostró delante de esta cantidad ninguna sorpresa. Era normal. Por curiosidad Felipe Jauja preguntó:
—¿Ha gastado mucho ese chico tan agradable, Agapito Palangana?
El contable le mostró la cuenta que le había presentado aquél. Al verla, por el camaleónico rostro de Felipe Jauja circularon todos los colores existentes, sobresaliendo sobre todos los demás el rojo de la indignación, para finalmente estallar:
—¡Envíale a Agapito Palangana, inmmediatamente, una carta informándole de que lo hemos expulsado del partido. No podemos tener entre nosotros a un individuo capaz de desprestigiarnos a todos en tal medida.
Pasan los días, las semanas, los meses, y Agapito Palangana todavía sigue preguntándose porque lo echaron del partido de sus amores con lo amistoso, respetuoso y honrado que él era.