ESA LUNA COQUETA (RELATO)
Cielo despejado. Su azul oscuro picoteado por destellos de astros que la distancia convierte en diminutos brillantes de continuo parpadeo. La luna, presumida, geisha empolvada, oronda, y que por la cercanía a nosotros se ve inmensa.
En una charca dormida, que es espejo para ella, la luna se contempla, se recrea, se ve guapísima.
De pronto, mi perro, persiguiendo una liebre le destroza el espejo. Mi perro no se ha dado cuenta del perjuicio causado y continúa su persecución, excitado, ladrando alegremente.
Yo sí aprecio el destrozo, porque recibo la furiosa mirada de la vestal selene. Y humildemente le pido perdón.
—Discúlpale. Solo es un perrillo atolondrado. No te ha molestado adrede. Lo ha hecho sin querer.
Ella, la luna, desarruga el ceño y, con majestuosa lentitud se aleja, va en busca de otro espejo intacto.
Y yo la observo distanciarse. Está tan esplendorosamente bella vestida con su misteriosa aureola plateada. Sonrío. Me siento feliz, me siento poeta, cosas ambas normales en una noche tan hermosa como ésta en que mi alma y yo nos compenetramos, nos hermanamos de un modo perfecto.
Y al igual que yo creía cuando era muy niño, ella, la luna coqueta, me sigue, me alumbra para que yo pueda llegar a mi casa sin caerme por el camino.
(Copyright Andrés Fornells)