ELLA ME DIJO ADIÓS (MICRORRELATO)

Amapola y yo llevábamos algunos días
discutiendo por pequeñas desavenencias.
Esto comenzó cuando cierta tarde la vi
en el parque hablando animadamente
con Julio un compañero suyo de trabajo.
Cuando vino a casa le afeé este hecho,
que tenía el agravante de no habérmelo ella dicho.
—No tengo porque decirte todo lo que hago—,
me respondió agriamente— Tú no eres mi dueño.
—Nunca he dicho ni he obrado como si lo fuese —
le contesté indignado.
—Bien, me alegra que todo haya quedado
bien claro entre nosotros.
Cuando a la mañana siguiente la vi salir del dormitorio
cargada con su maleta y, con un hilo de voz decirme:
—Adiós, que seas muy feliz y yo también.
Sentí partirse una parte de mi corazón.
Pero hasta la mañana siguiente, al despertar en la cama
sin tenerla más a mi lado reconocí que sufriría su ausencia
el resto de mi vida, y entonces fue cuando el corazón
se me partió ya del todo.