EL TALENTO, SIN SUERTE, NO TRIUNFA (MICRORRELATO)
Hubo una vez un escritor cuya mala suerte se estaba perpetuando en el tiempo, pues había escrito un buen número de libros y ningún editor quería editarlos por considerarlos mediocres. Los envidiosos decían de este escritor que no sabía escribir. Los eruditos juzgaban que sus obras eran malísimas. Los filólogos despreciaban su trabajo acusándolo de desconocer todas las más importantes normas gramaticales.
Este desdichado escritor ninguneado, al que mataron la tristeza y el fracaso, tenía un sobrino. Un sobrino holgazán y maleante que a sus treinta y pico años podía presumir de un hecho que habría avergonzado a muchos otros y él ostentaba con orgullo: no haber dedicado ni un solo día de su vida al trabajo.
Este sobrino haragán fue al entierro de su fracasado tío, le dio el pésame a su compungida tía y se llevó la poca ropa que dejó el difunto y todos sus manuscritos. No leyó ninguno de ellos porque leer lo consideraba un esfuerzo, y él estaba absolutamente en contra de tal desgaste.
Un día escuchó una conversación en la que dos pintores fracasados hablaban de la mala suerte de no haber vendido ningún cuadro pintores tan famosos como Van Gogh y luego sus herederos sacaron millones por los cuadros suyos.
Pensando en que a él podía ocurrirle lo mismo que a los herederos de Vincent Va Gogh, el sobrino gandul llevó uno de los libros de su tío a un editor diciéndole que lo había escrito él. El editor, después de leerlo elogió su talento al falso escritor, editó el libro, este libro se convirtió en un best-seller, y el haragán ganó el suficiente dinero para seguir ganduleando y gozar, encima, de la fama y la riqueza que no le pertenecían, haciendo muy cierta una frase que el desdichado escritor pasado a mejor vida solía decir: El talento si no va unido a la suerte, pasa desapercibido, inexistente.
(Copyright Andrés Fornells)