EL LEÓN, EL VIEJO Y LA RUBIA (RELATITO)
El propietario de un circo ha colocado un anuncio solicitando un domador de leones que necesita para un número circense.
Se le presentan, a la vez, dos personas: un hombre de buena apariencia, jubilado, de 70, y una espectacular chica rubia de 25.
El dueño del circo habla con los dos candidatos y les dice:
—Voy a hablarles con absoluta sinceridad. Mi león es muy fiero, pues mató a mis dos últimos domadores. Si ustedes no son realmente buenos, le durarán un par de minutos —coge de encima de la mesa un látigo y una pistola de agua y ofrece—: ¿Quién quiere ser el primero?
La rubia, rápida y decidida, da un paso adelante y dice:
—Yo seré la primera.
Marchan los tres hacia la jaula donde se encuentra encerrada la enorme fiera. La joven le dice al empresario, que ella no necesita ni el látigo ni la pistola de agua. Y sin pensárselo un segundo, entra en la jaula de la enorme y peligrosa bestia.
El león al descubrir su presencia ruge y avanza hacia ella. Los separan a ambos unos tres metros, cuando la hermosa joven se abre el vestido y se muestra completamente desnudo su bellísimo y voluptuoso cuerpo.
El león se detiene en seco. Un brillo de embeleso aparece en sus dorados ojos. Se postra delante de la rubia y comienza a lamerle los pies. Ella ríe gozosa. La lengua de la fiera va subiendo por el magnífico cuerpo de la joven que responde con gemidos placenteros.
Al dueño del circo, exclama absolutamente admirado:
—¡Nunca, en toda mi vida, he visto una actuación tan sorprendente como ésta! —se vuelve hacia el también fascinado anciano y le pregunta—: ¿Puede usted hacer lo mismo que está viendo?
La inmediata respuesta del hombre mayor es:
—Pues claro que puedo, puedo hacerlo infinitamente mejor que el león. Sáquenlo de la jaula y déjenme a mí solo con esa despampanante mujer rubia.
(Copyright Andrés Fornells)