EL DRAGÓN Y SU ENORME PERLA (LEYENDA)

EL DRAGÓN Y SU ENORME PERLA (LEYENDA)

El monte Kinabalu es uno de los más altos de Malasia. Se halla situado en el estado de Sabah, al norte de la isla de Borneo. Este privilegiado lugar montañoso ha adquirido notoria fama por su rica flora entre la que destacan las plantas carnívoras del género nepenthes, y también una rara especie de orquídeas cuyo nombre es pathiopedilum rothschilianum.

Y ahora que estamos ya situados, pasaré a contaros una antigua leyenda que tuvo lugar en este escenario: La leyenda del dragón y su enorme perla.

Según esta leyenda existió en algún lugar del monte Kinabalu un dragón al que los dioses habían encargado proteger una enorme, bellísima perla. Lógicamente, esta posesión suya despertó la codicia de muchos hombres que, en el intento de robársela, murieron bajo sus poderosas garras y sus abrasantes fauces.

La noticia de la existencia de tan extraordinaria perla llegó a oídos de quien era en aquella época emperador de China. Este monarca, ansiaba tanto ser dueño de  aquella extraordinaria perla, que encargó al más valiente de sus hijos ir a buscarla.

Este príncipe, que no se detenía ante nada con tal de complacer a su regio padre, cuyo trono esperaba heredar, eligió un buen barco, reunió a media docena de hombres de su más absoluta confianza y abandonando el puerto inicio aquella arriesgada aventura. 

El viaje hasta el lugar donde vivía el temible dragón les llevó, al príncipe y sus fieles acompañantes varios días, primero por mar, y después por tierra. Finalmente, apostados a prudente distancia de la guarida del terrible y peligroso animal, lo estuvieron observando durante algún tiempo. Uno de los principales miembros de su tripulación advirtió al joven príncipe:

–Sí os acercáis a esa terrible fiera os destrozará fácilmente con sus enormes garras u os abrasará con el fuego que escupe su colosal boca.

–Tengo un buen plan –dijo el príncipe sin amilanarse.

Y con la ayuda de sus servidores construyó una gran cometa capaz de soportar su peso. Cuando la tuvieron lista, esperaron a que cayeran las primeras horas de la noche, que era cuando la temible fiera se dormía. Con la ayuda de un catalejo comprobaron que se había dormido.  Entonces, el príncipe heredero ordenó que izaran la cometa con él bien sujeto a ella. Se dieron tanta maña en esta operación,  que el audaz príncipe aterrizó justo entre las colosales patas del dragón dormido. Entonces, con el mayor sigilo posible el joven retiró la enorme perla y colocó en su lugar un gran farol apagado. Realizado este arriesgado cambio, sus hombres lo izaron de nuevo y algunos minutos más tarde lo bajaban en lugar seguro junto con su maravillosa carga.

Pero apenas habían realizado esta arriesgada maniobra, el dragón despertó y muy furioso, escupiendo fuego por su boca, fue en persecución de quienes le habían quitado su valiosísima perla.

Esta persecución duró varios días. El príncipe y sus hombres llegaron exhaustos al barco con el que habían llegado a Borneo. Justo iniciaban la huida y dejaban la tierra atrás, cuando el gigantesco dragón llegó a la orilla, los vio y comenzó a nadar hacia su embarcación.

El príncipe valiente dio entonces orden de cargar su mejor cañón y disparar a la fiera que, viendo venir la bala enorme y redonda creyó que era su perla, abrió la boca para cogerla, se le atragantó el proyectil en la garganta y murió hundiéndose en el mar.

El príncipe y su tripulación le llevaron la perla al emperador y allí en su fastuoso palacio fue admirada como la más espectacular y valiosa de cuantas extraordinarias joyas poseía este riquísimo monarca. Y cumpliendo la palabra dada dejó, antes de morir, el reino al más valiente y obediente de sus hijos.

Salamat Jalan (adiós en lengua malaya) (Copyright Andrés Fornells)