DÍA DEL TRABAJADOR (MICRORRELATO)

DÍA DEL TRABAJADOR (MICRORRELATO)

En la fecha de hoy, fiesta del trabajador, mucho tiempo atrás, Arturo Tapias, un hombre que se había jubilado la semana anterior, después de haber trabajado de albañil durante casi medio siglo, salió al patio de su casita adosada y con la ayuda de una pala comenzó a cavar un hoyo.

A Agustinito, su nieto, su siempre mal dormida curiosidad se le despertó en aquel momento y le preguntó:

—¿Abuelo, ¿para qué es el agujero que estás haciendo?

—Lo vas a ver dentro de un momento, mi querido nieto. Ten paciencia —le respondió el padre de su madre, con voz jadeante y actitud cariñosa.

Y cuando el hoyo tuvo la profundidad por él deseada, el ex albañil se trajo de su casa todas las herramientas que había utilizado durante su larga vida laboral y las enterró allí. Cuando terminó, soltó un profundo suspiro y una sonora carcajada.  

—¿Por qué has hecho eso abuelo? —preguntó el chiquillo altamente sorprendido—: Cuando necesites esas herramientas tendrás que desenterrarlas.

—No volveré a necesitarlas porque de ahora en adelante no volveré a trabajar ni un solo día más. El día de descanso de los trabajadores lo celebraré yo el resto de los días que me queden de vida.

El abuelo Arturo cumplió lo dicho y no volvió a dar golpe hasta el fin de sus días.

Agustinito, su nieto, deseoso de emularle, antes de llegar a la edad de jubilación enterró un día el gran número de facturas que tenía pendientes de pago y decidió que ni pagaría ninguna de ellas ni trabajaría un minuto más. Sus acreedores consiguieron, con la ayuda de las leyes, meterlo en la cárcel durante unos pocos meses en que lo dejaron libre por buena conducta. Siguiendo el ejemplo de su abuelo, este hombre moroso por convicción no volvió, el resto de su vida, a trabajar ni un solo día más.

Murió a los noventa y cinco años después de haber llevado una existencia ociosa, descansada y feliz, según dejó escrito en sus memorias con las que había llenado media cuartilla.

(Copyright Andrés Fornells)