DESPUÉS DE ESA NOCHE INOLVIDABLE (RELATO)

DESPUÉS DE ESA NOCHE INOLVIDABLE (RELATO)

Esa noche de verano, en mi dormitorio, una vez terminada esa larga sesión de desenfrenado amor contigo, me quedó una cama vacía, unas sábanas muy arrugadas, olor a sexo y a humo de tabaco, y encima de la mesita de noche dos vasos vacíos y un cenicero lleno de colillas (la mitad de ellas manchadas con el carmín de esos labios tuyos que yo adoraré y añoraré hasta el fin de mis días). 

A través de la ventana, las cortinas corridas a ambos lados, me permitían ver la luna medio difuminada por la claridad del alba. Me cubrí el rostro. Sobre mí habían caído el aplastante peso del cansancio, la desdicha y la soledad.

El llanto quemó mis ojos y sentí como se me iba rompiendo el corazón porque, antes de abandonarme, juraste que jamás volverías a traicionar a tu marido. Intenté buscar consuelo en la esperanza y no lo hallé. Te conocía muy bien. Tuve la absoluta certeza de que jamás regresarías a mí.

No existe vació más hondo ni más amargo, ni más trágico, que el que nos deja un gran amor irremediablemente perdido.

Hundí el rostro en la almohada que había capturado tu embriagador perfume y, aspirándolo con fruición, lloré como jamás había llorado antes, con toda mi alma. El momentáneo consuelo del sueño me hundió, por un tiempo, en el pozo de la inconsciencia

Y así me hallaron los primeros rayos de sol entrando por mi ventana. Pero esta vez, su cálida caricia no logro alegrarme. Consolarme por tu pérdida, ya nada lo conseguiría.

¡Malditos mil veces los remordimientos humanos! ¡El bien y el mal! ¡El arrepentimiento y la enmienda! ¡Y la dicha, a menudo, tan breve como interminable es la desdicha.

(Copyright Andrés Fornells)