DESPEDIDA MUY BIEN ORGANIZADA (último fragmento)

Salen a la puerta. Carmela espera a que estén algo más cerca las dos mujeres conocidos que vienen por la acera, para ponerse a propagar con voz desgarrada:

—¡Ay, Dios de los cielos, que penita tan grande la mía…! Compadeceros de mí. La pobrecita de mi suegra… Mi suegra de mi alma acaba de morirse. El Señor ha tenido a bien llevarla con Él… y aquí estoy yo sufriendo una tristeza que me ahoga…. ¡Ay, pobrecita suegra mía! Hace sólo un ratito que estaba llena de vida… y ahora ya no es más de este mundo. ¡Ay, qué dolor tan grande tengo dentro del pecho…! ¡Qué pena tan honda la mía…! ¡El corazón me sangra del pesar tan grande que tengo…!

Carmelita todo lo que puede hacer es mirar fascinada, boquiabierta de admiración a la autora de sus días. Pero que teatrera es. ¡Qué convincente resulta su falso dolor!

En nada de tiempo se ven las dos rodeadas de una multitud de gente, solícita, llorosa, compadecida. Entran en el interior de la casa. Las vecinas se traen sillas. Un duelo de pie resulta demasiado incómodo, además de quitarle bastante solemnidad. También traen tazas de tila las mujeres que viven cerca. Llegan con sus trenos las lloronas que no se pierden difunto alguno. Un vecino se ofrece para ir al campo a darle la noticia al hijo de la fenecida. Le recomienda Carmela, bañada en llanto, acompañándose de profundos hipidos:

—Díselo poquito a poco, Manuel… No le vaya a dar algo malo a mi pobrecito Paco… Ya sabes cuanto quiere a su santa madre…

Cien voces se compadecen de ella:

—¡Pobre Carmela, cuantísimo te ha afectado la muerte de tu suegra! Hija suya que fueras, no habrías sentido más su pérdida.

Carmelita sale por fin de su estado de alelamiento y empieza a forzar un llanto que no tarda en venirle. Se acercan sus amiguitas a darle el pésame. Carmelita las ve ahora con ojos diferentes. En el poco rato transcurrido desde que se separó de ellas, ha vivido una extraordinaria experiencia que la ha hecho madurar mucho. <<Son unas crías todavía; nada saben del mundo de los adultos>>, juzga. Y arrecia su derrame de lágrimas consiguiendo con ello que varias mujeres, apiadándose de su bien interpretado pesar, se acerquen a hablarle con todo cariño. Y Carmelita goza plenamente del notable protagonismo que la están concediendo en esta luctuosa ceremonia.