DESCONFIANZA (MICRORRELATO)
DESCONFIANZA
El abuelo Tomás Ripio tenía 950 euros en su cartilla de ahorros. El abuelo Tomás Ripio los había ingresado en el banco este dinero porque últimamente en su barrio habían robado en algunas casas y los ladrones se habían llevado, entre otras cosas, el dinero que habían encontrado. El abuelo Tomas Ripio consideraba que las pocas cosas viejas que tenía en la pobre vivienda suya, si entraban ladrones y se las llevaban poco disgusto iban a causarle.
Pero un día el abuelo Tomas Ripio escuchó que había bancos que no eran de fiar porque empleados de esos bancos se habían quedado con el dinero de sus clientes.
El abuelo Tomás Ripio iba todos los días al banco que le guardaba su dinero, enseñaba la cartilla y decía:
—Quiero mis novecientos cincuenta euros.
El cajero, resoplando de fastidio, se los daba. El anciano los contaba, comprobaba que estaban todos sus euros y le decía al empleado del banco:
—Puede guardarlos. Ya he comprobado que me los seguís guardando bien.
El abuelo Tomas Ripio, cuando se reunía con sus amigos a tomar el sol en la plaza, elogiaba al banco en el que tenía depositado su dinero:
—Ésos no se lo han gastado. Vengo de comprobarlo. El que quiera engañarme a mí, va listo. Vamos, que no le dejo.
—¿Y no te cobran comisión por guardarte el dinero? —quiso saber uno de los jubilados que estaba con él.
—Se guardarán muy mucho de hacerlo. El director de ese banco es hijo mío y sabe que si lo intentaran, de un buen guantazo mío no iba a librarlo nadie.