DAR PLANTÓN (MICRORRELATO)

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta expresión la empleamos cada vez que habiendo acordado reunirnos con alguien en un determinado lugar, ese alguien ni aparece ni se toma siquiera la molestia de avisarnos.
El origen de esta expresión tiene un origen militar, pues un plantón era aquel soldado que estaba de guardia, por ejemplo, en una garita vigilando en una misma posición sin moverse (ejemplo actual los guardias reales británicos), quieto como un poste de teléfono, y llegaba la hora de ser sustituido y el sustituto no aparecía.
Uno de los plantones más sonados que me dieron corrió a cargo de Enriqueta Velones, que tuvo el capricho de que yo le comprase una cabrita blanca y ella vendría a recogerla en una cafetería del centro.
Yo me senté en la terraza de la cafetería acordada. Ella no apareció a la hora acordada y todos los niños que pasaban por la calle se acercaban a acariciar al animalito que yo mantenía sentado en una silla mirándome con ojos cargados de reproche y balando de vez en cuando su protesta porque yo no le daba nada de comer, después de haberme ella despreciado la carta del establecimiento. Cualquiera, en mi lugar, se habría sentido ridículo. Yo también.
Tres horas más tarde apareció una chiquilla pizpireta, pecosa, con coletas que, mirándome con lástima me comunicó:
—Mi hermana Enriqueta no vendrá. Ha hecho las paces con su novio.
La cabra se la devolví al cabrero que se la había comprado, quién solo quiso abonarme la mitad de lo que él me había cobrado y, encima, se burló de mí diciendo:
—El que no saca provecho en el comercio, es más tonto que un arado.
Naturalmente, “en lo de más tonto que un arado” se refería a mí.
¿Saben qué fue el colmo de esta historia? Enriqueta me invitó a su boda.

Read more