D.E.P. MI VIEJO ORDENADOR (HUMOR)

D.E.P. MI VIEJO ORDENADOR (HUMOR)

D.E.P. MI VIEJO ORDENADOR

Con los ordenadores ocurre un poco como con los perros que, si te son cariñosos y fieles, y nunca te muerden, se te convierten en entrañables, en imprescindibles, pues te los encuentras todas las mañanas dándote los buenos días moviendo el rabo. Tanto los perros, como los ordenadores quieres que te duren para siempre, eternamente. Pero ocurre con los canes y con los ordenadores que no suelen durarte, por muy bien que los cuides, más allá de unos quince años. Tanto de perros como de ordenadores, por ahí dicen que los ha habido que alcanzaron la (para ellos) avanzadísima edad de veinticuatro años. Mi tío Julio tiene un ordenador, el mismo, hace casi treinta años. Yo le pregunté que me contara el secreto para conseguir con este artilugio que se ha convertido en imprescindible tan notable longevidad. Se puso a reír y me dijo poniendo cara de listo:

—No lo empleo nunca y así no se me estropea.

Yo, como soy menos listo que mi tío Julio, lo empleo y con doce años de realizar este abuso, me ha abandonado sin tan siquiera decirme adiós.

En fin, dramas cotidianos de la vida cotidiana. Pido perdón a todos los que me han escrito y no he podido responderles los tres últimos días.

En fin, como decía mi abuelo Tomás cuando se quedó sin pelo a los cincuenta:

—Dentro de cien años, todos calvos.

Read more