CUENTO NAVIDEÑO PARA HOY (RELATO)
CUENTO NAVIDEÑO PARA HOY
Raimundo Persiana era campesino. Poseía un pedazo de terreno pedregoso del que con mil esfuerzos, suyos y de su burro “Resignado”, conseguía sacarle para ir viviendo ambos. Raimundo Persiana había estado casado. Su mujer, Ruperta Camino, se había cansado de la dura y aburrida existencia que llevaban y se había fugado con un cobrador del frac, después de haber él cobrado una deuda importante de un moroso recalcitrante. En el pueblo, Altozano de pedroches, se la criticó durísimamente. Lo más suave que dijeron ella fue: puta verbenera y callejera.
Raimundo nunca habló mal de su fugada esposa. Consideraba que las personas eran libres para hacer con su vida lo que mejor les pareciera. Raimundo la echó de menos solo en parte. Ruperta cocinaba fatal. Ruperta se quejaba de todo. Ruperta, descontenta por naturaleza, raramente mostraba contento y mucho menos felicidad. Raimundo, en realidad, sólo la echaba de menos cuando sentía una imperiosa necesidad de hembra. Y esta necesidad, cuando la tentación no se tiene cerca, tampoco suele ser tan frecuente y acuciante.
Raimundo se llevaba de maravilla con “Resignado”. En su burro había encontrado al oyente ideal. El animal le dejaba que hablase todo lo que le venía en gana, sin interrumpirle nunca, y daba continuos asentimientos de cabeza como si en todo cuanto Raimundo decía, él estuviera por completo de acuerdo.
Raimundo compró un décimo de lotería en el bar “Los higos chumbos” donde, de tarde en tarde, se detenía a tomar un café. El día 22 de diciembre el premio gordo cayó en el número que el bar “Los higos chumbos” había repartido entre sus clientes. Cuando se supo que ese décimo había sido premiado, todos los agraciados con este premio fueron a este establecimiento a celebrarlo. Explosión de júbilo, escándalo, carcajadas, gritos, champán. Los medios de comunicación aparecieron por allí fotografiando, filmando y acribillando a preguntas a los afortunados ganadores.
Una joven presentadora y un cámara se acercaron a Raimundo que se hallaba aturdido y aturullado entre aquella ruidosa multitud y, a la pregunta de esta mujer sobre qué iba a hacer con el dinero ganado, y en qué iba ese dinero a cambiar su vida ahora que podía considerarse rico, Raimundo sonrió muy nervioso y se metió las manos en los bolsillos porque no sabía qué hacer con ellas. En su vida se había visto ante un apuro mayor. Tragó saliva y por fin contestó:
—Compraré un tractor.
—¿Para ir montado en él? —quiso saber la periodista al tiempo que prácticamente le metía un micrófono dentro de la boca.
—No, para que “Resignado” tenga de ahora en adelante una vida regalada sin trabajar nunca más duramente.
—¿De quién está usted hablando, caballero? —intrigada ella.
—De mi burro, al pobrecillo le vengo explotando desde hace años. Le voy a poner calefacción en su pequeña cuadra y aire acondicionado también, para que no pase frío en invierno ni calor en verano.
—¿Y para usted qué hará? —cogiéndole simpatía la mujer.
—Nada, yo me conformo con lo que ya tengo. Siento que mi mujer se me fuese, le habría comprado una cocina nueva, una lavadora-secadora y media docena de vestidos bonitos para que no tuviese que ir siempre con el mismo puesto.
La presentadora de televisión y el cámara acompañaron a Raimundo a su modesta casita de campo, filmaron a “Resignado” sonriente, y este animal cayó tan bien a un gran número de gente que le escribió cartas y, de la mañana a la noche “Resignado” se hizo tan famoso como el Platero de Juan Ramón Giménez.
Ruperta Camino regresó con su marido y, muy arrepentida, le pidió perdón por haberle abandonado y Raimundo se lo concedió. Hizo bien en concedérselo porque Ruperta, agradecida por su bondad, se le volvió muy cariñosa, elegante, aprendió a cocinar y le preparaba comidas muy suculentas en su fantástica cocina nueva y arrimándosele, cariñosa ,de vez en cuando. Y en adelante “Resignado” siguió cabeceando amablemente cuando le hablaban sus dueños, sin llevarles nunca la contraria. Se había convertido en un burro feliz y descansado. Inteligente lo había sido siempre.