CARTOMÁNTICA EN APUROS (RELATO)

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CARTOMÁNTICA EN APUROS
Elvira Perdigones era una joven poco agraciada, ingenua y crédula pues creía ciegamente en los poderes adivinatorios de las echadoras de cartas. Cierta mañana visitó a la Maga Gertrudis Penumbras y le pidió que le echara las cartas. Como tenía por costumbre, la cartomántica le preguntó antes de entrar en acción:
—Veamos, querida, ¿qué es lo que quieres saber a través de mi magia?
—Quiero saber si me va a salir pronto un novio porque estoy desesperada por tener uno. Tengo treinta y dos años bien cumplidos y todavía no me ha salido ninguno y, la verdad es que tengo unas ganas locas de tener novio. Y me da mucha rabia que mujeres bastante más feas que yo lo tengan y yo ni pidiéndoselo todos los días a San Antonio lo consigo. Y estoy desesperadita. ¿Usted sabes el sufrimiento que se padece cuando te mueres de ganas de que te estrenen y ninguno te estrena?
—La verdad es que no lo sé porque yo llevó ya décadas estrenada y bien estrenada —la cartomántica que, de higos a brevas, soltaba una verdad por su boca de trompeta—. Bueno, muchacha, vamos a ver lo que nos dicen las cartas.
La maga Gertrudis barajó los naipes del tarot con admirable maestría y mientras lo hacía murmuraba con voz solemne:
—Por los siete planetas que giran sin siquiera respetar los domingos y fiestas de guardar, que vengan de ellos los espíritus de los sabios del inframundo hablen y pin, pon, fuera—, puso cuatro cartas en una fila y tres cartas en otra fila todas ellas boca arriba, compuso cara de persona que se concentra al máximo, se hurgó sin disimulo la nariz con forma de pimiento morrón de la que era propietaria vía nacimiento, y las interpretó:
—Bien, bien, bien, las cartas me han hablado y me han dicho que no tardarás mucho en encontrar novio. Lo veo subido en un Mercedes, lleva bigote debajo de su nariz y tiene el pelo rizado.
—Me vale —aceptó con alegría Elvira, pues no tenía nada en contra de los hombres con bigote, con el pelo rizado y encima dueños de un Mercedes, cuando ella se había conformado con uno que no tuviese bigote ni el pelo rizado y fuese dueño de una bicicleta cochambrosa.
Nada más salir de la consulta de la maga Gertrudis y cruzar la calle, Elvira Perdigones fue atropellada por un Mercedes. El causante del atropello, un hombre de cuarenta y pico años, recogió a la herida, la metió en su coche y la llevó al hospital más próximo.
Elvira fue sometida a varias operaciones, que pagó Heriberto Semáforos, el hombre que la había atropellado y que por cierto, llevaba bigote, tenía el pelo rizado y era bastante más feo de lo que la madre que lo trajo al mundo y la misma Elvira hubieran querido pero que considerando las ganas de novio que esta última tenía, le dijo que sí cuando él arrepentido del exceso de velocidad y de las numerosas copas que llevaba metidas dentro del cuerpo en el momento del atropello, pagó el que ella aceptase su ruego de que no le arruinase con un juicio, haciéndose novio de ella.
Cuando Elvira salió del hospital decidió visitar a la maga Gertrudis. El largo tiempo de hospitalización y las numerosas operaciones sufridas le habían desnivela unos grados la sensatez, tanto por babor, como por estribor, y nada más entrar en la consulta de la cartomántica y preguntarle aquella qué deseaba de ella, Elvira le dijo:
—Hace tres meses estuve aquí para que usted viera si me salía un novio, y usted me dijo que iba a tenerlo muy pronto, e incluso me lo describió. Tendría bigote y el cabello y rizado. Bueno, pues nada más salir de aquí, crucé la calle y me atropelló una Merced conducido por el hombre que usted me había descrito.
—Me alegro muchísimo por ti, muchacha. ¿Qué quieres de mí esta vez?
—Quiero que me quite la cojera que me ha quedado por ese maldito accidente —contundente, enfadada.
—Mujer, que yo soy sólo echadora de cartas y no hago milagros.
—Echadora de cartas y maga también según reza en su publicidad.
—Bueno, lo de maga es para darme más prestigio.
—¡Pero eso es publicidad engañosa por su parte! —pasando Elvira del enfado a la ira.
—Bueno, si tú lo entiendes así yo no te llevaré la contraria. Soy muy tolerante.
—Quiero que actúe como maga y me cure la cojera —amenazadora la coja.
—Oye, guapa, que yo soy maga, no cirujana para dejarte la pierna como la tenías antes del accidente.
Elvira sacó del interior de su bolso un revólver y con un brillo asesino en la mirada y un tono asesino en la voz dijo dispuesta a dispararle como muy bien leyó en sus ojos su interlocutora:
—Tampoco yo soy una asesina pero estoy dispuesta a matarle ahora mismo si no me cura la cojera —echando para atrás el percusor del arma al que sacó un sonido macabro.
Asustada perdida, la cartomántica reclamó ayuda a los siete planetas donde habitan los sabios espíritus del inframundo y Elvira salió dela consulta andando con tanta soltura como antes del accidente e incluso contoneándose de un modo más sexy.
Un resplandeciente, soleado día del mes de abril la maga puso un cartelito en la puerta de su consulta que ponía: Estaré ausente todo el día por tener que asistir a la boda de una clienta.
Para los que son un poquito lentos de comprensión les informo que la boda a la que tenía que acudir la Maga era la de Elvira Perdigones y Heriberto Semáforos el dueño del Mercedes que sigue todavía abollado en su parte delantera. Pero es que los talleres son caros y las bodas también.

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