CAMPOSANTO (último fragmento)
No descubrimos sombras de muertos, pero sí escuchamos gemidos tan plañideros, gruñidos tan amenazadores y vimos acercarse a nosotros tantas luces fosforescentes, que el miedo se nos agarró a las entrañas y salimos corriendo, todo lo que daban de sí nuestras jóvenes y ágiles piernas; los tres con los pelos tiesos como escarpias. Casi una semana tardé en devolverle a mi pelo la docilidad que tenía antes de visitar el cementerio. A mis dos valientes amigos, no les tardó menos tiempo el alisado capilar.