MUJERES IMPÚDICAS (MICRORRELATO)

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Un alumno de bachiller, perteneciente a una familia de acusada raigambre religiosa, le preguntó a un prestigioso historiador, a cuyas clases asistía, si en la actualidad, de un modo generalizado, la mujer había alcanzado el grado máximo de concupiscencia de todos los tiempos. El hombre erudito sonrió con suficiencia y le respondió poniéndose muy docto:
—Muchacho, la liberación de la mujer ha existido en todos los tiempos. Por ponerte uno de los mil ejemplos que podría, entre los tártaros de un par de siglos atrás, cuánto más se prostituía una mujer, más se la honraba. Y era habitual entre ellas llevar públicamente al cuello las marcas de sus impudicias, y no se estimaba ni valoraba a las mujeres que no llevaban este tipo de adorno.
El joven curioso, creyendo que el profesor se estaba refiriendo a mujeres prostitutas quiso saber:
—¿Y esas mujeres cobraban mucho por sus “impudicias”?
—Por supuesto que no —categórico su informador—. No se trataba de meretrices, sino de mujeres normales.
—¡Ah! ¿Puedo saber si stá usted casado, profesor?
—Ciertamente. Y estoy casado, además, con una mujer que pertenece a la población tártara de Crimea.
Inmediatamente el muchacho miró con insistencia la frente del historiador sorprendiéndole no ver en ella lo que esperaba llevase. Días más tarde, el estudiante en cuestión vio a la esposa de este profesor y entendió porque nadie le había adornado  la frente.

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