UN ASUNTO DE BESOS (MICRORRELATO)

UN ASUNTO DE BESOS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Margarita y Anacleto llevaban algún tiempo saliendo juntos. Los dos eran tan tímidos y vergonzosos que cuando por la noche se reunían en la oscuridad del portal de la casa donde ella vivía, mantenían todo el tiempo sus manos inmovilizadas a la espalda porque no se atrevían a concederles el disfrute de acariciar el cuerpo del otro.
Por fin una noche, él, debido a que había buscado el consejo de un amigo que había tenido trece novias y ninguna más porque el padre de la última de ellas, escopeta en mano le había obligado a casarse con su hija y hacerse cargo de la paternidad del crío que venía en camino, le preguntó rojo de vergüenza:
—¿Tú sabes lo que es el amor, Margarita?
Ella, que había sido asesorada por una amiga que había tenido trece novios y no se había casado con ninguno, ni pensaba hacerlo con algunos más que deseaba sumar a los anteriores, respondió:
—Sí. El amor es tener sed de besos y saber que solo puedes apagar esa sed en otra boca tan sedienta de besos como la tuya.
Ella y él decidieron entonces dar rienda suelta a la reprimida y acuciante necesidad que padecían, y era tan insaiable su hambre que les pilló el deslumbrante amanecer y no se daban todavía por saciados. Les entró vergúenza cuando los vecinos, con sorna, les daban los buenos días, y ellos quedaron en continuar cuando llegase la noche. No pudieron hacerlo porque debido al frío que habían pasado, sin darse cuenta, los dos enfermaron de gripe.

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