INESPERADO ENCUENTRO EN LA FERIA (MICRORRELATO)

A INESPERADO ENCUENTRO EN LA FERIA

(Copyright Andrés Fornells)
Lorena y Jacinto se vieron de pronto en mitad del estruendoso bullicio de la feria y, a pesar de los muchos años transcurridos, se reconocieron inmediatamente. Ella iba con su marido y él con su esposa. Sin importarles la presencia de sus respectivos cónyuges, al instante se tomaron las manos y contemplaron con extraordinario deleite.
—Estas más guapa que nunca —elogió él, pasados unos segundos.
—Y tu más grandullón que nunca —ensalzó ella con parecido regocijo.
Jacinto giró la cabeza y señalando el tiovivo que les quedaba a muy pocos metros de distancia, dijo con ojos brillantes de ilusión:
—¿Te acuerdas de cuando, de pequeños nos subíamos?
—Desde luego, jamás lo olvidé —replicó Lorena no menos ilusionada que él.
—¿Nos montamos de nuevo?
—¡Vamos! —igualándole ella el entusiasmo.
Tomados de la mano, los dos se dirigieron corriendo hacia la atracción parada en aquel momento.
—¿Qué les pasa? —preguntó la desconcertada esposa de Jacinto al no menos desconcertado marido de Lorena.
—No lo sé —contestó el interpelado.
—Se habrán vuelto locos.
—Sí, se habrán vuelto locos de repente.
Habiendo coincidido ambos en este juicio, preocupadísimos, se acercaron al tiovivo y fueron testigos de cómo Lorena y Jacinto reían sin parar, mirándose encantados. Y sintieron dentelladas de celos y de indignación.
—¡En cuanto se bajen, a mi marido le voy a decir lo que no está escrito! —amenazó ella.
—¡Y yo a mi loca mujer lo mismo! —coincidió él.
A los pocos minutos terminó de girar la atracción. Lorena y Jacinto abandonaron el tiovivo. Les duraba todavía el regocijo. Llegaron junto a sus respectivos consortes que les recibieron con miradas furibundas y, antes de que pudieran soltarles el chorro de improperios que les tenían preparados, con desarmante naturalidad les anunciaron:
—Este es mi primo Jacinto.
—Y esta es mi prima Lorena. Llevábamos veinte años sin vernos. De niños éramos inseparables y hemos querido recordarlo subiendo a una de las atracciones que, durante nuestra infancia fue la favorita de ambos. Y ahora que ya nos hemos divertido recordando aquellos tiempos tan felices, vamos a comer donde queráis. Invito yo.
—Y mientras comemos, Jacinto y yo os contaremos cosas de nuestra feliz infancia —le secundó Lorena.
Dando por explicada la sorprendente conducta de los dos primos, las dos parejas buscaron un restaurante en donde celebrar aquel encuentro de los dos primos.
Aquí podría terminar esta historia, pero para no decepcionar a los amantes de los finales felices o trágicas, concluiré contando que un mes más tarde Lorena y Jacinto huyeron para poder compartir, de adultos, el mismo gran amor que se tuvieron de niños.

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