MERCEDITAS LLEVABA CAMINO DE QUEDARSE PARA VESTIR SANTOS (MICRORRELATO)

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Merceditas Lunares, equiparando injustamente a todos los hombres con su nada atractivo padre que, más que roncar atronaba, desprendía gases asfixiantes, igual si comía frijoles como otros alimentos menos propicios, solía decirle a su madre y a sus amigas de confianza, que ella no se casaría nunca, pues no les encontraba a los hombres atractivo ninguno.
—Son vulgares, groseros y feos.
Merceditas Lunares trabajaba de camarera en un hotel. Cierta mañana metió la llave en la cerradura de una de las habitaciones. El hombre que la ocupaba, debido al calor que hacía se hallaba desnudo en ella. Debido al apuro que a él le entró de ser descubierto sin ropa, no se le ocurrió otra cosa, para ocultar su desnudez, que encerrarse rápido dentro del armario.
Merceditas Lunares, que era una gran amante de los boleros, entró en la estancia canturreando su bolero favorito:
—“Si tú me dices ven, lo dejo todo…”
Se le cortó el canto al abrir el armario para colocar dentro la manta que traía, y paralizada de asombro, la boca descolgada y los ojos muy abierto, se quedó mirando al hombre que se hallaba tan desprovisto de ropa como cuando su buena madre lo trajo al mundo.
La visión del mismo, cambió por completo el negativo juicio que Merceditas Lunares había mantenido hasta entonces sobre los hombres: El que tenía delante suya era increíblemente hermoso, En especial de cintura para abajo, pues su mano no conseguía ocultar del todo lo que él pretendía tapar. Fue ella la primera en recobrar el habla y balbucear:
—¿Qué hace usted aquí?
Él, recuperándose en parte del bochorno, y habiéndole gustado ella nada más verla respondió, galante:
—No lo he sabido hasta este mismo momento. Te estaba esperando a ti.
—¿Para qué? —coloradas sus mejillas como dos tomates maduros.
—Para invitarte a cenar.
—¿Desnudo o vestido? —ya con sorna ella.
—Bueno, si tú me das tu aprobación, vestido primero y, después, si te viene al gusto, desnudo.
—Eres seductoramente atrevido.
—Y tu seductoramente irresistible.
Para que se complazcan los amantes de los finales felices, seis meses después del inesperado encuentro entre Merceditas Lunares y Eugenio Gálvez, él dentro de un armario, y ella fuera, contrajeron matrimonio y fueron extraordinariamente felices.

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