BARRIO CÉNTRICO DE UNA CIUDAD (RELATO NEGRO)

BARRIO CÉNTRICO DE UNA CIUDAD (RELATO NEGRO)

BARRIO CÉNTRICO DE UNA CIUDAD

(Copyright Andrés Fornells)

Zona de ocio en un barrio muy céntrico de una populosa ciudad. Profusa iluminación eléctrica hasta el punto de casi superar la claridad diurna. En las fachadas de sus calles, colgada a diferentes alturas una caótica, atestada mezcla de multicolores letreros pertenecientes a establecimientos de comidas, bebidas y entretenimientos.

Colosales edificios modernos luciendo enormes pantallas digitales con publicidad de grandes marcas comerciales aéreas, automovilísticas, tecnológicas reconocidas a nivel mundial.

Se hallan atestados de personas: restaurantes, bares y salones recreativos. Se escuchan estridentes sonidos electrónicos, andanadas de música provenientes de los locales cuando alguien abre sus puertas. Establecimientos cerrados por haberse cumplido ya su horario laboral. En sus escaparos iluminados expuestos los artículos que venden.
Gente animada yendo y viniendo por las aceras. Rumor de conversaciones, risas y pasos. Gente sentada en el interior de establecimientos y en sus terrazas. Delicias gastronómicas aromatizan el aire y son servidas por eficaces camareros. Ropas tradicionales envuelven los cuerpos de las personas mayores, y ropas deportivas llevadas con soltura y descuido por las personas jóvenes. Seriedad en los rostros de los primeros, bullicio, alegría y vitalidad, en los rostros de los segundos.
Circulan por la zona asfaltada gran cantidad de vehículos. Se mueven lentos con sus luces de ciudad puestas, bañando de plata el pavimento, alerta sus conductores no se les cruce de pronto algún imprudente transeúnte.
Sentada en un banco de una pequeña plaza solitaria, aprovechando la luz proveniente de una farola cercana, una muchacha espera a alguien leyendo un libro. Viste una chaqueta de cuero, unos pantalones vaqueros y calza unas zapatillas de tenis. Lleva el pelo muy largo y apenas va maquillada. Posee cierto atractivo, aunque no es bella. Está totalmente absorta en la lectura. De vez en cuanto frunce el entrecejo con aire concentrado.
Todo lo descrito hasta aquí forma la típica, habitual estampa de una metrópoli cosmopolita, dinámica, pacífica y próspera.
Y de pronto varias ráfagas de metralletas rompen la paz, la armonía, la belleza y la vida festiva de una población inocente que está siendo víctima del fanatismo criminal terrorista.

A las ráfagas de balas siguen inmediatamente numerosos gritos de terror, de dolor, de agonía.
La joven que leía se tira al suelo donde permanece totalmente inmóvil. En el último párrafo que ha leído en el libro ponía: “Los terroristas nunca les disparan a los que creen están muertos”. Y ella está muerta: muerta de miedo.

Es inmensa su suerte pues otras personas, muy cerca de donde ella se encuentra, infinitamente menos afortunadas que ella, no están muertas de miedo, están muertas de verdad.