AVENTURA EN EL POLO NORTE (RELATITO)

AVENTURA EN EL POLO NORTE (RELATITO)

AVENTURA EN EL POLO NORTE

Una mujer esquimal se encontró un día a Gustavito Canuto delante de su iglú. Supo que se trataba de un extranjero, además de por sus facciones, porque iba en camiseta sin mangas y pantaloncitos cortos, estaba temblando, aterido y no tenía los ojos rasgados.

—¿Qué hace usted aquí? —curiosa la señora que se alimentaba exclusivamente de pescado crudo.

—Vengo huyendo del calor. ¿Tiene usted una habitación libre para alquilarme?

—Solo tengo una habitación —dijo la mujer de los ojos achinados.

—Podemos compartirla —dijo él cuya pedigüeña mirada resultaba irresistiblemente convincente.

—¿Es usted capaz de hacer el amor sobre una cama de hielo? —quiso asegurarse ella.

—Señora yo el amor lo hago hasta encima de una nube y sin paracaídas puesto en la espalda, si usted se presta a acompañarme.

Ella se prestó y así fue como Gustavito terminó poniendo una churrería en el Polo Norte en la que yo compré una ración de sus frutos de sartén acompañada de una buena taza de chocolate calentito.

Quienes han tenido la paciencia de leer hasta aquí me tildarán de torpe por no haberle preguntado a Gustavito como fue él a parar delante del iglú de Antrup, la estupenda señora esquimal. Pero sospeché, viéndole abanicarse con un abanico que llevaba impreso el toro de Osborne, que resultaba obvio había llegado allí huyendo del calor.

Yo apostaría doble contra sencillo a que cuando un cohete espacial llegue a Marte se encontrará a un español compartiendo cama (o lo que allí se estile) con una marciana. ¡Son incorregibles!