ASENSIO ESCAPÓ DE UN POSIBLE FUTURO NO DESEADO (MICRORRELATO)

ASENSIO ESCAPÓ DE UN POSIBLE FUTURO NO DESEADO (MICRORRELATO)

    Era una noche silenciosa, sin una brizna de aire que moviese una sola hoja de los elevados, tupidos y lúgubres cipreses. Nubarrones oscuros ocultaban una luna menguante que luchaba, sin entusiasmo, por colarse de vez en cuando entre ellas y mostrar su existencia.

El cementerio del pequeño pueblo de Corraleja era muy antiguo. Estaba cercado por un muro bastante deteriorado, cuyos dos metros de altura superó sin dificultad Asensio Zampa, un joven delincuente que por su alergia a los empleos se encontraba muy a menudo falto de dinero para costear sus irrenunciables adicciones: los porros y las cervezas. También le gustaban las mujeres y por eso frecuentaba a la viuda Rosenda, consoladora gratuita de otros solteros y malcasados que, con la luz apagada buscaban en ella, no belleza ni juventud sino desahogo.

Una vez dentro del camposanto Asensio recogió del suelo la bolsa que previamente había tirado por encima de la encalada pared. A continuación dirigió sus pasos a la parte donde estaban situados los panteones en los que enterraban a la gente rica de aquel modesto municipio.

Con la ayuda del escoplo y la machota que contenía la bolsa comenzó a romper la parte del mármol que tenía cogidas argollas de bronce, angelitos y cruces del mismo metal que, un quinquillero sin escrúpulos, en un pueblo vecino le compraba sin importarle de dónde los sacaba.

      En cierto momento en que el ladrón se detuvo para recobrar el aliento perdido escuchó ruido de pasos acercándose. Dirigió su mirada hacia el lugar de donde provenía aquel ruido y, del susto tan grande que se llevó, su pelo se erizó inmediatamente, su corazón pareció comprimirse y detenerse y todo su cuerpo comenzó a temblar como si en vez de encontrarse dentro de un cementerio en época estival se encontrase metido en una nevera gigante.

Lo que estaban viendo sus desorbitados ojos eran unos bultos con figura humana, que encorvados, con movimientos pausados venían hacia él.

De pronto, se desprendió del pánico que lo tenía paralizado y salió disparado hacia el muro imprimiendo a sus piernas una velocidad de vértigo. Llegó junto a la gruesa y deteriorada pared y la saltó tan limpiamente como un campeón del salto de altura, pero desdichadamente para él no lo esperaba en su caída una colchoneta protectora sino el duro suelo que tuvo la desconsideración de quebrarle una pierna.

Al día siguiente la viuda Rosenda, a la que Asensio visitó apoyándose en una muleta y con la pierna escayolada lo invitó a café. Estaban tomándolo cuando se reunió con ellos dos, Rosendo, el viejo padre de ella quien los sorprendió con la noticia que traía:

—El centro del pueblo se ha llenado de periodistas. Alguien les dijo que la noche pasada una nave espacial había sido vista aterrizar en el camposanto de nuestro pueblo.

Asensio Zampa empezó a reír con todas sus ganas. Padre e hija lo miraron muy sorprendidos. La viuda fue la primera en reaccionar preguntándole mosqueada:

—¿De qué te ríes tú, tío bobo?

Para evitar justificar su presencia y lo que él estaba haciendo en el cementerio, el joven maleante se calló que sus carcajadas eran la celebración suya por haberse librado, escapando como una exhalación, de que los extraterrestres se lo llevasen con ellos a su planeta donde estaba convencido de que no tenían porros, cervezas ni viudas que pudieran amansarle la virilidad.

--Nicasio, el sepulturero, les estuvo diciendo a todos que él acudió al cementerio a las siete de esta mañana y no vio ninguna nave de esas. Lo que si encontró fue algunas lápidas rotas y algunas herramientas de albañilería --continuó contando Nicasio.

Asensio dejó de reír, al considerar en aquel instante que tendría que comprar de nuevo las herramientas de albañilería, pues no podía reclamarlas sin tener que confesar su delito.

(Copyright Andrés Fornells)

Read more