AQUELLA MAÑANA CONTIGO EN UN TRIGAL (MICRORRELATO)


–Foto de Walter Villa–
(Copyright Andrés Fornells)
Era una mañana deslumbrantemente soleada. La senda por la que yo caminaba era estrecha, de tierra endurecida por las pisadas de muchísimos pies. El aire olía a esas mil cosas que reúne la naturaleza lejos de la contaminación de las ciudades, de sus industrias y de su tráfico infernal.
Mi caminar era perezoso, despreocupado, sin rumbo. Mis ojos gozaban de todas esas maravillas que nos ofrece el campo: plantas que crecen, plantas secas,arboles que dan frutos, florecillas que perfuman, pájaros que trinan y bichos que de vez en cuando te molestan para que seas consciente de que ningún escenario puede ser perfecto, idílico.
Y delante de un trigal me detuvo la poderosísima fuerza de un recuerdo tierno, profundo, imborrable. El corazón, más que latirme, cantó. Y gracias a la magia que puede saltarse las leyes del paso tiempo volví a ser niño y me revolqué contigo entre las espigas maduras, y volví a verte bañada en oro, y recuperé de nuevo la única felicidad absoluta que he conocido a lo largo de toda mi vida. Porque contigo había conocido con todo su esplendor, con toda su inocencia, con toda su belleza mi primer amor.