APRENDER A BESAR (RELATO)

besar hoy

 

  • (Copyright Andrés Fornells)
  • Existen muchos conocimientos importantes que son imposibles de adquirir en los libros. Conocimientos que solo pueden ser enseñados, directamente,  por un experto profesor o profesora, a un alumno aplicado. He puesto aplicado, porque si no se pone interés, pocas son las cosas que se pueden aprender bien.
    Paqui vivía en el mismo bloque de pisos que vivíamos nosotros, mis padres y yo. Se trataba de un modesto edificio situado dentro de un barrio obrero en la parte antigua de la ciudad.
    Paqui poseía esos encantos físicos que han sido merecidamente apreciados por los hombres a partir del momento que éstos descubieron les procuraba enorme placer acariciarlos y esconder, en cierto calido y jugoso lugar de ellos, una muy exaltada parte de su agresiva anatomía. 
    Paqui, además de ser dueña de una extasiante arquitectura corporal, poseía  bellísimas facciones en las que destacaba, por su irresistible  atracción, una boca de labios gordezuelos, exquisitamente perfilados, algo salidos hacia afuera como los de las mulatas, labios que, en cuanto un hombre alejado de la creencias religiosas los veia, comenzaba a pensar en todos los pecados sexuales que un varón imaginativo y apasionado desea cometer.
    Las lenguas viperinas, envidiosas y malvadas condenaban a Paqui a todos los infiernos existentes y algunos más inventados por ellas, al ver que a Paqui le surgían los novios como setas aparecen en los terrenos propicios cuando es su época de brotar. 
    Yo era, cuando Paqui había alcanzado su máximo esplendor,  un adolescente con molesto y poco favorecedor acné,  el desarrollo físico incompleto y unos ojos que se maravillaban al posarse  sobre las excitadoras redondeces femeninas. En esa época de mi vida, Paqui fue mi diosa, mi inspiración, la musa de mis secretas prácticas liberadoras.
    Paqui se daba cuenta de la adoración que mostraban mis ojos ojerosos cada vez que la miraban cuando nos cruzabamos en la calle.  Y esbozaba una media sonrisa benevolente. Ella debía saber, sobre miradas masculinas, todo lo que habrán escrito poetas románticos  y desmadrados escritores de libros eróticos. 
    Un día de primavera, esa estación en que hasta la fealdad se embellece, Paqui y yo coincidimos, ella saliendo del inmueble que habitábamos,  y yo disponindome a entrar.  
    Un millón de años, que el buen Dios me permita vivir, ni un solo día de todo ese tiempo podré yo olvidar esa tarde de primavera. Paqui llevaba puesta una faldita color naranja que la cubría solo hasta medio muslo, y una blusita azul celeste entreabierta lo suficiente para que asomara el canalito que separaba  sus dos imponentes senos. Estaba tan hermosa, que me atacó la locura y tirando delante de ella la chaquetilla que yo llevaba colgada al hombro le dije:
    —Por si nunca puedo tener nada más de ti, písala, diosa de la hermosura, que pueda yo, por lo menos, conservar para siempre las huellas de tus zapatos.
    Ella se detuvo. Soltó una estentórea carcajada. Me miró como si viese en mí un caramelo de menta, sonrió, pisó mi prenda y dijo a continuación:
    —Te mereces un premio, por galante y original. Dime qué premio te gustaría de mí. Y no pienses en camas o muebles igual de pecadores porque están descartados.
    Yo le miré la boca y dije, goloso, con voz temblorosa de emoción:
    —Dame el premio de enseñarme a besar, Paquí, y por vidas que yo viva, jamás te olvidaré.
    Ella amplió su sonrisa y dijo:
  • –Entremos en el portal, que no nos vean.
    Entramos en el portal y Paquí me enseñó a besar. Me enseñó tan bien, y yo fui un alumno  tan descatacado, que fui capaz de pasarle mis enseñanzas a otras chicas muy interesadas en aprender.  
    Tal como expliqué al principio, hay cosas que no se aprenden en los libros, sino en la práctica.
    ¡Ah! Y una advertencia que quizás no la aprovechen todos los hombres que han leído esto: Besad con arte, con pasión,  y si además besais con amor, os convertiréis en benefactores de la humanidad.  No beseis como esos babosos, que besan como si estuvieran chupando un hueso de melocotón. Recordar siempre, que los besos que gustan y conquistan a las chicas son los besos que se dan con arte, con pasión y, muy especialmente, con amor.

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