AMIGOS, MODESTOS CONSEJOS ERÓTICOS MÍOS PARA QUE LAS DAMAS NOS QUIERAN (EROTISMO)

AMIGOS, MODESTOS CONSEJOS ERÓTICOS MÍOS PARA QUE LAS DAMAS NOS QUIERAN (EROTISMO)

AMIGOS, MODESTOS CONSEJOS ERÓTICOS MÍOS PARA QUE LAS DAMAS NOS QUIERAN (I) (Copyright Andrés Fornells)

Iº Ante todo partir del principio de que las damas son diosas. Diosas bellas, delicadas, extremadamente sensibles tanto para el placer como para el dolor. Y comenzar por admirarlas y, si somos capaces de adorarlas mucho mejor para ellas y también para nosotros. Seguramente, algunos varones, os preguntaréis: ¿Por qué adorarlas? Pues adorarlas por dos razones, porque casi todas ellas tienen alguna cualidad adorable, o varias.

Por ejemplo, las damas poseen esa incomparable, innata ternura; esa extraordinaria capacidad de sacrificio y ese inigualable coraje para defender a quien aman. A lo largo de la Historia del Mundo, tenemos innumerables ejemplos de mujeres que han entregado su vida por defender a su hijo o defender a su hombre.

Antes de acercarte a una dama procura haber aprendido buenos modales y tenerles tanto respeto como se lo tienes a tu buena madre.  Cuando cuentes con todo este bagaje, aprende a besar. Es primordial besar bien. Las mujeres necesitan, quieren ser bien besadas. Los violentos, los babosos y los torpes las disgustan, son considerados por ellas abominables trogloditas. Muchas damas creen que, si un hombre no sabe besar, menos sabrá hacer otras cosas de mayor intimidad y gozo.

Con las damas no hay que ser ansioso, impaciente y rudo. Varones tened siempre presente que la mayoría de las zonas erógenas de las mujeres son delicadas y muy sensibles. No les deis mordiscos. Pocas encontraréis que les guste eso. Los lobos sólo tienen éxito en cierto tipo de películas de licántropos, y estamos hablando de la vida real.

El inicio apropiado antes de atreverte a besarlas podría ser el siguiente: Adorarlas con la mirada. Hacerlas, de ese modo, sentirse especiales. ¡La mayoría de ellas lo son! Luego, cuando sus suspiros te anuncien que eres bien acogido comienza a acariciar sus sedosos brazos, su nuca, su espalda, con manos de seda también. Transmíteles el calor de tu sangre encendida, voluptuosa.

Si adviertes que esto le agrada, haz resbalar tu dedo pulgar por sus labios muy sutilmente. Si encuentras esos labios ligeramente temblorosos, anhelantes, y percibes que su aliento exhala ese divino perfume almizclado y sensual que las caracteriza, esto significa que se halla altamente receptiva y está deseando lo mismo que tú.

Entonces ha llegado el momento de mirarla a los ojos para que vea la inmensa pasión que te ha despertado, la inmensa pasión que sientes por ella. Sus ojos te dirán entonces, con diáfana claridad, que desea ser besada, tanto como tú deseas besarla a ella.

Prodígale entonces breves, suaves, tiernos, respetuosos besos en las mejillas y, a medida que éstos son aceptados con suspiros más intensos, demostrativos de que la complacen, comienza a acariciar su rostro con ternura y no con codicia.

Cuando estas caricias le provoquen jadeos gozosos, es el momento propicio para unir tu boca a la suya. Y si reacciona con arrebato significa que ha perdido todo control y que la llama del deseo ha prendido en ella con fuerza devastadora.

Si ella te desea tanto como tú a ella, sentirás que su cuerpo se aprieta contra el tuyo ansiando tu contacto. Ha llegado entonces el momento de unir a los besos, el que tu mano se pose con delicadeza sobre su seno. Si este gesto tuyo le gusta, sus besos cobrarán mayor intensidad. Ha llegado para ti el momento de presionar ese seno con algo más de fuerza y que tu dedo anular realice deliciosos círculos en sus pezones ya enhiestos.

Al llegar a este punto la pasión se desatará, se convertirá en febril, insaciable y tu primer paso en la seducción habrá comenzado como os conviene y complace a los dos.

Recuerda siempre una norma inquebrantable, nunca trates de forzar, de conseguir los favores de una dama a la fuerza, imponiendo tu voluntad por encima de la suya.

Entre un hombre y una mujer todo debe ser acordado, lo contrario es violencia, y la violencia nunca debe ser aceptada ni tampoco impuesta por parte de ella, ni por parte de él.