AL PRINCIPIO UNA MAMÁ HABLÓ, ORGULLOSA DE LAS AFICIONES INFANTILES DE SU HIJO (RELATO)

AL PRINCIPIO UNA MAMÁ HABLÓ, ORGULLOSA DE LAS AFICIONES INFANTILES DE SU HIJO (RELATO)

AL PRINCIPIO UNA MAMÁ HABLÓ, ORGULLOSA DE LAS AFICIONES INFANTILES DE SU HIJO


(Copyright Andrés Fornells)
La señora Josefa Gómez salía del banco donde todos los empleados la habían tratado con exquisita amabilidad. Una señora que había sido testigo de las notorias atenciones que esta mujer había recibido, le dijo en tono de queja:
—A mí no me tratan, ni de lejos, tan bien como la tratan a usted, señora.
—Es que yo soy la madre del director.
—¡Ah! Ahora lo entiendo —dijo la mujer quejosa.
—Verá, mi hijo, de muy niño, coleccionaba mariposas, escarabajos, mantis religiosas, grillos y hasta moscas. Cuando se hizo mayor decidió coleccionar dinero y, gracias a esta afición suya, ha llegado a director de este banco.
Pasado un tiempo, al hijo de la señora Josefa Gómez le metieron en la cárcel por haber cometido un importante desfalco. Un día la mujer que tiempo atrás le había comentado la diferencia de trato que recibían ambas en el banco, le dijo, maliciosa:
—Con que su hijo coleccionaba bichos primero y luego billetes, ¿eh? Pues ya sabe dónde lo tiene ahora.
—¡Pobre de mí! Claro que lo sé. Voy a verlo todas las semanas. Y lloramos juntos. Mi hijo cometió únicamente un error de apreciación —muy digna la mujer que tenía un hijo preso—. El desdichado hijo mío no vio la diferencia que existía entre unas cosas y otras. Los escarabajos, mariposas y demás insectos no eran de nadie, mientras que los billetes que él se llevó pertenecían a personas egoístas que los querían solo para ellas.
La mujer que le había estado recriminando todo lo anterior, movió la cabeza comprensivamente: ella tenía cuatro hijos y, a saber en que tentaciones podrían caer y de las cuales ella no tendría culpa ninguna y seguramente, con razón o sin ella, los defendería.
—¡Ay qué difícil y sacrificado es ser madre! —despidiéndose Josefa Gómez de la otra mujer.
—¡Ay, si lo sabremos nosotras! Espere un momento. ¿Ha tomado usted café esta mañana?

—Pues no, ni para eso tengo dinero.

—Entremos juntas en esa cafetería de ahí —la madre que tenía cuatro hijos le señaló a la madre que tenía un hijo encarcelado un establecimiento que había cerca—. Me alcanza lo que llevo en mi bolso para invitarla.

Hermanadas, las dos mujeres entraron cogidas del brazo en el local.

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