AJUSTE DE CUENTAS (RELATO NEGRO)
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AJUSTE DE CUENTAS
(Copyright Andrés Fornells)
Desde hacía dos días el odio rugía dentro de él como un volcán que reúne la fuerza suficiente para finalmente poder estallar y vomitar toda su lava destructora.
Primero había pensado en colocarse delante de la puerta del lujoso chalé que habitaba la jueza, mostrando él un cartel que pusiera: «Es usted una malísima persona. Ha arruinado, despiadadamente, alevosamente mi vida. Me lo ha quitado todo. Todo cuanto valioso yo poseía: casa, familia y empresa. Y lo único que me ha dejado es una vesánica desesperación que no me abre más posibilidad futura que el suicidio».
Pero comprendió a tiempo que nada conseguiría con ello. Aquella mujer influyente llamaría enseguida a la Policía, la Policía acudiría inmediatamente, y él terminaría con sus huesos en la cárcel. Por eso lo había descartado y decidido otra cosa.
La espera se le estaba haciendo larguísima, interminable, dentro de su cochambroso utilitario de segunda mano y que, desde que aquella mujer lo dejó en la ruina, era su hogar. Allí dormía, sucio y hambriento, él que con una vida de durísimo trabajo y mil sacrificios había conseguido tener una buena vivienda.
Por fin, transcurrida una eternidad llegó el lujoso coche que estaba esperando y se detuvo a corta distancia del suyo. El destino demostraba decantarse a su favor. Del automóvil de alta gama se bajaron la jueza y su marido.
El hombre desesperado actuó rápido. Abandonó su utilitario y con el cuchillo que llevaba en su mano apuñaló, feroz y despiadadamente, a la mujer cuyos gritos de agonía le sonaron deliciosos. También tuvo que apuñalar a su acompañante, pero con éste se disculpó:
—La cosa no iba contigo, tío, pero de haberte dejado vivo podrías haberme perjudicado. Lo siento. De verdad que lo siento. En fin, la vida es así: Unas veces se gana y otras se pierde. Te lo dice un perdedor.
Y se alejó limpiando en un pañuelo sus manos manchadas de sangre y con la boca apretada por una mueca maligna. Es espíritu del mal se había adueñado de él y no lo abandonaba. Había más culpables de su ruina.