"ABDUCIDOS" (MICRORRELATO)

ninos-besandose

 

 

 

 

 

 

 

Los primeros amores, esos amores que surgen cuando te dicen los adultos: “no tienes edad para amar”, suelen ser los más puros, los más bonitos y los más sublimes.
Carmelita y Tino vivían con sus respectivos padres en una pequeña urbanización de casas adosadas. Eran vecinos y por esta razón se veían todos los días y, cuando sus respectivas familias les concedían tiempo para ello jugaban en el jardincito, a todo lo que se les ocurría. Carmelita y Tino influidos por lo que veían en los medios de divertimento, descubrieron que cuando dos personas se gustaban muchísimo se decían: Te amo. Y lo copiaron a su manera:
—Carmelita, te amo tanto como la trucha al trucho.
—Tino, y yo te amo más que los inquilinos de las macetas a la lluvia.
Un día, siempre influidos por lo que veían hacer a los adultos, juntaron sus boquitas en un beso casto y, al separarse se miraron interrogantes:
—¿Te ha gustado, Carmelita?
—Pues no, Tino. Probemos de nuevo.
Probaron de nuevo y los dos reconocieron, risueños, que había sido extraño y bonito.
Antes de haber llegado ambos niños a la etapa de púberes, la familia de Carmelita se desplazó a otra ciudad. A Carmelita y Tino este suceso les entristeció, pero no mucho porque todavía no fueron capaces de prever lo muchísimo que se iban a echar de menos.
Y durante veinte años no volvieron a saber nada el uno del oro, y el paso del tiempo fue difuminando los recuerdos de su infancia y terminaron olvidándose el uno del otro y ambos se casaron sin amar a sus parejas. Hasta que una mañana coincidieron en unos grandes almacenes que estaban de rebaja y se reconocieron enseguida.
¡Carmelita!
¡Tino!
Y quedaron mirándose fascinados, solos, pues el resto del mundo había desaparecido para ellos. Y ambos sintieron que sonaba en su interior “El Amor Brujo”, de Falla. Transcurrieron algunos minutos mágicos y él recordó y dijo:
—Carmelita, te quiero tanto como la trucha al trucho.
—Tino, y yo te amo más que los inquilinos de las macetas a la lluvia.
Y olvidándose ambos de que estaban casados, alquilaron una habitación de hotel y durante tres días se amaron como solo pueden amarse aquellos que no nacieron para hacer otra cosa.
Pasados aquellos maravillosos, desenfrenados días y noches de amor, cada uno de ellos regresó a sus respectivos hogares y dijeron a sus angustiados y alarmados consortes, que no sabían que les había ocurrido durante aquellos tres días, y que estaban seguros de que habían sido abducidos por extraterrestres:
—Dentro de mi cabeza existe una nebulosa dentro de la que veo, muy borrosos, a unos seres muy extraños de color verde, con grandes ojos y sin boca. Y no recuerdo nada más.
Lógicamente, despertaron dudas, y fueron infinitamente más las personas que no les creyeron, que las que sí aceptaron lo increíble.
Una semana más tarde Carmelita y Tino desaparecieron de nuevo y esta vez no regresaron a los tres días, ni nunca más.
Hubo personas que creyeron haberlos visto, pero no se hizo mucho caso a lo dicho por ellos porque aseguraron que les habían visto luciendo su pelo de color verde y con trajes metalizados.

Read more