1.4 Decisión de viajar a Cuba

1.4 Decisión de viajar a Cuba
Tarjeta de embarque a La havana
0:00
/0:05

—Hecho, amigo. Estaré a su servicio si me paga también el viaje a La Habana y me procura un techo para que las lluvias tropicales no mojen mi elegante colección de esmóquines —le propuse con evidente guasa.

Él estuvo de acuerdo con mis modestas pretensiones. Intercambiamos número de teléfono y datos y dijo que se encargaría de conseguirme el visado y la tarjeta de embarque, que correrían a su costa. Me llamaría para terminar de organizar los papeles, antes de la partida. Quedamos en reunirnos en el aeropuerto Charles de Gaulle, a una hora determinada, cinco días más tarde. Lo dejé junto a su acompañante, que había regresado del baño, y volví al piano.

Aquella misma noche comuniqué al dueño del antro donde yo trabajaba, que buscase a otro pianista, ya que me iría cuatro días más tarde. Enfadado con mi decisión, él se negó a pagar mi finiquito alegando que yo no había cumplido con los tres meses de preaviso estipulados en el contrato firmado por ambos. Mentalmente, le deseé todo tipo de males mientras pronunciaba con resignación:

¡Zut! Je suis tellement habitué à perdre que gagner me dérange (¡Maldición! Estoy tan acostumbrado a perder, que ganar me jode).

Esa noche, al terminar mi jornada musical, sentí cierta emoción y nerviosismo al alejarme de aquel establecimiento nocturno. Estaba a punto de embarcarme en una nueva aventura, dejando atrás un pasado con sus luces y sus sombras, para comenzar un futuro incierto en La Habana.

(Nivel de Censura: Bajo)

Este es un fragmento de la novela Amanecer en el Paraíso de Shaikra