UNA CARRERA CON FINAL FELIZ (MICRORRELATO)

UNA CARRERA CON FINAL FELIZ (MICRORRELATO)

Tina y Carmiña son, desde su muy temprana edad tan buenas amigas que comparten sueños, ilusiones y cariño.

Es por la tarde, un día de mayo, con el sol iluminando y calentando las calles de la gran ciudad en la que viven ellas dos y sus familias.  Ambas corren como locas por la acera de la gran avenida principal. La gente se queda observándolas, sorprendida, admirada por la prisa que llevan y lo bonitas que ellas dos son.

Tina tropieza con un hombre que ha salido de una tienda. Está a punto de perder el equilibrio. Sin mirarlo le pide disculpas y acelera para recuperar los dos metros que ese incidente la ha distanciado de su amiga.

Tienen suerte. Un semáforo en verde les permite cruzar hacia el otro lado de la calzada sin tener que detenerse. La gente que ocupa los vehículos parados también las observa con curiosidad, preguntándose a qué puede deberse su prisa, su alocada carrera.

A las dos jovencitas comienza a dolerles los costados, a experimentar cansancio en sus piernas. Jadean, aumenta la preocupación que muestran sus rostros sudados. Sus cabellos flotan en el aire dándoles un aspecto divertidamente desaseado.

—Estoy reventada —exclama Carmina con voz entrecortada.

—Aguantemos un poco más —la anima Tina—. Estamos ya muy cerca.

Finalmente llegan, sin aliento, a su meta: el escaparate de una boutique de ropa femenina. Sonríen felices, gastan sus últimas energías saltando y abrazándose locas de contento. ¡El fabuloso vestido por el que Carmiña ha vaciado su hucha, ha pedido le prestaran algún dinero sus hermanas, amigas, conocidas y admiradores, sigue allí y con solo entrar en la tienda y pagar el precio que pone en un cartoncito, esa maravillosa prenda será suya.

—¡Estoy tan feliz, qué temo me dé un ataque y quede patitiesa! —exclama entre lágrimas de felicidad.

—Venga, vamos dentro no sea que se nos adelante alguien —le apremia, temerosa, su amiga.

Con premura de nuevo, abren la puerta del establecimiento y caminan hacia la dependienta que las observa con una sonrisa amable y servicial.

—Calmaros —les dice benevolente, y añade—: Bien, ¿que puede hacer por vosotras.

—Hacernos inmensamente felices —ríen las dos amigas cogiéndola nerviosamente de los brazos y llevándola hacia la parte interior del escaparate donde encima de un impasible maniquí está puesto el vestido más hermoso del mundo.  

(Copyright Andrés Fornells)