UN TIPO ALGO DISTRAÍDO (RELATO DE HUMOR)

UN TIPO ALGO DISTRAÍDO (RELATO DE HUMOR)

Cuantos me conocen me consideran un tipo muy despistado y aciertan al emitir este juicio sobre mí. También mi santa madre coincide con ellos diciendo todo el tiempo que estoy siempre en la luna. Yo me defiendo alegando que únicamente soy un poco distraído. Un momento, acaba de sonar mi móvil. La voz que escucho me suena familiar. Descubro quien es en cuanto me ha preguntado:

—Hijo, como son ya las dos y no has regresado a casa he empezado a preocuparme.

—Tranquila, mamá. Yo estoy muy bien. ¿Y tú?

—Con los achaques de siempre, hijo. ¿Está bien “Canela”?

—¿De qué canela hablas, mamá?

—No bromees con estas cosas, hijo. Lo mejor es que me la traigas ahora mismo a casa. Ya la has paseado bastante tiempo hoy. ¿Ha hecho caca?

De pronto se ha rasgado la cortina del olvido y la incomprensión y he recordado que ella me entregó su mascota para que la llevara yo de paseo un rato. Miro alrededor mío y no la veo.

—Mamá, ¿de qué color y de qué raza es “Canela”? —yo con manifiesto apuro.

—¿Es que te has quedado ciego, hijo? —con dudoso sarcasmo ella.

—No, es que te estoy probando por si tú lo sabes.

—Estás graciosillo hoy, ¿eh? Te seguiré la broma. “Canela” es un caniche de color marrón. Tráemelo ya a casa. Venga. Date prisa. Estoy muy ocupada esta tarde.

—Bien, te cuelgo, mamá. Tengo algo urgente que hacer.

No tengo ni idea de lo que ha pasado con su perro. No recuerdo qué he hecho con él. ¿Lo habré dejado en algún matadero? ¿Lo habré regalado a alguien? ¿Lo habrán atropellado? Bueno da igual. Llevo dinero en la cartera. Le preguntaré al tendero de esa frutería.

—Por favor, buen hombre, ¿hay por aquí cerca algún sitio que venden perros?

—Gire usted la primera esquina a la derecha y a mitad de esa calle encontrará una tienda donde venden animalitos de compañía.

El tipo lleva un delantal con flores y le sienta bien. Combina perfectamente con sus mejillas de melocotón.

Le doy las gracias y marcho para allí repitiendo, para que no se me vaya de la cabeza: <<Caniche marrón, caniche marrón>>. 

Me atiende el vendedor, que es calvo y luce una barba a lo Mustafá, y le digo lo que he ido repitiendo todo el tiempo. Lo sospechaba, el tipo tiene un aspecto antipático y me pregunta:

—¿El caniche lo quiere macho o hembra?

El tipo es un sádico malvado, la pregunta que me acaba de hacer lo demuestra. Me lo voy a jugar a la suerte.

—Perdone, ¿tiene usted una moneda?

Me mira de un modo raro, pero me entrega una. Yo la lanzó al aire diciendo:

—Si sale cara: perro. Si sale cruz: perra.

La suerte me mostró su mejor cara y acerté.

Lo malo fue que al llevarle aquella perra a mi madre y ella llamarla “Canela” aquel bicho peludo, inexplicablemente, escapó corriendo.

Inmediatamente, mamá y yo salimos a la calle y sembramos la ciudad con afiches ofreciendo una recompensa a quien nos diese noticias del paradero de aquella especie de araña cuya compra me había costado un riñón.

Un momento. Están llamando a la puerta. Abro. Una chica de película, rubia con un ondulante cuerpo provisto de protuberancias y cavidades de lo más excitadoras, lleva cogida de una correa a una caniche que se vuelve loca de contento al verme. La encierro inmediatamente en un cuarto, cojo a la rubia de un brazo y mirándola como un crío ilusionado mira su tarta de cumpleaños le digo:

—Vente conmigo a mi dormitorio, princesa, que te contaré el cuento de las Mil y Una Noches.

Ella sonríe, como sonríen las hurís del edén a sus devotos favoritos y me dice:

—El que yo te escuche te costará cien euros.

—Cuenta con ellos.

Cuando mi madre regresa me pregunta qué me ha ocurrido que tengo toda la cara llena de arañazos y, además, estoy desvergonzadamente desnudo. Me cubro rápido con una toalla y le digo, con la sinceridad que me caracteriza:

—La verdad es que no recuerdo lo que me ha pasado. Quizás me ha arañado un gato.

—Esa es la razón por la que yo tengo un perro y no un gato —satisfecha ella—. Los perros no arañan.

Se escuchan estruendosos: ¡guau, guau, guau!

--Esos ladridos los reconozco. ¡Dios de los cielos has encontrado a “Canela”! —corriendo ella hacia el cuarto donde está encerrada.

Demostrando que no me aclaro ni recuerdo que ha sucedido digo:

—Ya te dije que la encontraríamos, mamá. Ojalá no se haya hecho caca en mi dormitorio.

La hizo.

(Copyright Andrés Fornells)

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