UN PRODIGIO (HUMOR)

UN PRODIGIO (HUMOR)

UN PRODIGIO

(Copyright Andrés Fornells)

A Petronio Tubular se le despertó un extraordinario, extraño, irremediable amor por su bicicleta de montaña. Esta bicicleta ciertamente era merecedora de todos los elogios que se hicieran sobre ella. Obedecía de inmediato a todos los cambios de marcha que él le pedía, rodaba igual por carretera que por monte, por playa o por pedregales, y nunca se averiaba ni permitía se pinchasen sus ruedas.

Por todos estos méritos, Petronio Tubular quería a su bicicleta de montaña más que a nada del mundo, incluidos sus congéneres, tanto a los de pantalón, falda, pelo corto o pelo largo.

Cuando alguien de su confianza le preguntaba cuál era el amor de su vida, Petronio Tubular respondía sin la menor duda y con el mayor entusiasmo:

—Mi maravillosa bicicleta de montaña.

Tanto llegó Petronio Tubular a necesitar la compañía de su bicicleta que la llevaba al trabajo, la mantenía todo el tiempo visible en su despacho y, de vez en cuando le dirigía una mirada de auténtica ternura y le regalaba un suspiro de  enamorado.

Finalmente, tan embelesado estaba este hombre, de su vehículo de dos ruedas, que se lo llevaba todas las noches a su cama.

El hecho de que su bicicleta de montaña pariese una bicicleta de niño, fue un prodigio que dejó patidifuso de asombro a todo el mundo, menos a él. Qué sabía nadie, aparte de él, de los milagros del amor.

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