UN MUJERIEGO QUE SE QUEDÓ SIN MUJERES (Microrrelato)

 

mujeres

     Había sido un mujeriego toda su vida. Un mujeriego displicente y despreciativo. Uno de esos que cuando se cansan de una mujer la despiden con absoluta desconsideración diciéndole de modo insultante que ha dejado de gustarle y que nunca más se acerque a él.

     El mujeriego vivió una buena cantidad de años sin tener en cuenta que el tiempo era además de inexorable tan despiadado como él.

     El mujeriego sumó finalmente una edad en la que las mujeres no sólo no le hacían ya caso alguno sino que se permitían juzgarlo de grotesco y repugnante con sus arrugas y su pelo teñido tan negro como ala de cuervo, truco que en lugar de rejuvenecerlo más bien lo envejecía.

      Acostumbrado a gozar de compañía femenina la buscaba desesperada, inútilmente. No se daba cuenta de que además de viejo se había quedado rancio, anticuado, demodé. Sus artes de conquista, que tantos éxitos le procuraron en su juventud, las mujeres actuales las encontraban risibles, ridículas. Y llegó a un punto en que se sintió solo, terriblemente desgraciado, y le habría hecho inmensamente feliz que alguna de las muchas mujeres que él había despreciado después de gozarlas, quisiera volver a ahora a su lado, le hiciera compañía y lo amara.

       Y un buen día recibió una llamada telefónica. Una mujer con voz aterciopelada, cálida, lo llamó desde una cabina pública y le dijo:

       —Hoy te he visto por la calle, encorvado y patético, y me has dado lástima de ti. ¿Quieres que vuelva contigo?

       —Sí, por favor. Juro que te voy a amar como nunca te ha amado nadie antes que yo —suplicó.

       —Sabes quién soy, ¿verdad?

       Temeroso de que si demostraba que no tenía ni idea de quién era, ella, ofendida, no acudiera junto a él, mintió:

        —Claro que sí, mi vida. Ven, que voy a hacerte la más feliz de todas las mujeres.

        —Espérame que me reuniré contigo en cuanto pueda abandonar a mi marido.

        La mujer, demostrando poseer buen corazón, no se rio de él hasta después de haber colgado el teléfono. Había tardado muchos años en poder hacerlo, pero por fin se había vengado del hombre que, estando ella locamente enamorada de él, la había echado cruelmente de su lado, como si en vez de ser un valioso ser humano, ella fuera un trapo sucio.