UN LEJANO POEMA DE AMOR (RELATO)

UN LEJANO POEMA DE AMOR (RELATO)

UN LEJANO POEMA DE AMOR (RELATO)

(Copyright Andrés Fornells)

Era una noche sin luna. Los dos llevábamos un rato sumidos en un tímido, silencio. Tú quizás estabas pensando en mí. Yo pensaba en ti todo el tiempo. Tú mirabas el cielo cubierto por nubes grises. Yo te miraba a ti. Un deseo mío, creciente, se mezclaba con el temor a ser rechazado por ti. Eras la primera muchacha de la que yo me había enamorado perdidamente. Sufría tanto en mi indecisión que un angustiante temblor recorría mi cuerpo entero.

De repente algunas nubes se desunieron dejando un claro que nos permitía ver un círculo azul manchado de estrellas. Entonces, como si esto fuese una señal salida de las entrañas del misterio que rige las vidas humanas, me miraste y te miré. Y en tus bellos ojos color miel, leí que estabas deseado lo mismo que yo.

Y tu boca buscó la boca mía, y la encontró a mitad de camino. Éramos tan inocentes los dos, que suponíamos que besarse consistía en juntar los labios con fuerza. Y eso hicimos. Y yo sentí la tibieza, la suavidad y el embriagante almizcle que desprendían tus labios levemente entreabiertos.

No sé el tiempo que duró esta deliciosa unión. No puedo decir si fue mucho o fue poco. Lo que sí puedo decir es que fue increíblemente maravilloso. Y sentí algo parecido a haber cruzado la deslumbrante puerta que separa la niñez de la pubertad.

Encontré en mi garganta apretada un hilo de voz y convertí en palabras lo que en aquel instante estallaba dentro de mi corazón:

—Te amo, Cintia.

Tú sonreíste entonces como si acabases de oír las dos palabras más hermosas que existían en el mundo. Y con auténtico placer respondiste:

—Te amo, Andy.

Y ese mes de vacaciones escolares de verano que nos quedaba, porque por nuestra corta edad nos lo tenían prohibido, nos vimos a escondidas en prados y arboledas, y cambiábamos miles de besos, la sangre encendida en nuestras venas y el corazón latiendo todo el tiempo enloquecido por unos sentimientos que nos prohibían tener.

Se terminó nuestro feliz tiempo ocioso. Regresamos al estudio. Tú vivías en una ciudad separada de la ciudad en la que vivía yo por más de cien kilómetros, abismal distancia que tú y yo solo podíamos recorrer con el pensamiento. Pero el pensamiento no es lo bastante fuerte para derrotar a los poderosísimos enemigos que tienen los amores tempraneros y prohibidos.

Los seres humanos poseemos un terrible defecto: el defecto de cansarnos el mantener activo un sentimiento durante mucho tiempo, pues el tiempo termina destruyendo ese sentimiento.

Nuestras cartas se fueron aislando. Repetimos tantas veces la palabra te quiero que la desgastamos hasta dejarla sin significado. Acabó siendo como una canción que nos había gustado muchísimo al principio de escucharla, pero que llegas a cansarte de escucharla y terminas casi aborreciéndola.

No recuerdo bien si fuiste tú, o fui yo el que no contestó una última carta. Lo cierto fue que dejamos de escribirnos y quedamos siendo el uno para el otro un recuerdo envuelto en una bruma lejana.

¿Sabes por qué acabo de acordarme de ti? Mi mujer ha encontrado dentro de un libro mío muy antiguo una cándida poesía muy antigua también. He mentido diciéndole que no recordaba quién la había escrito. Voy a leerla por si el aire, mostrándosenos caritativo, la lleva hasta tus oídos y te despierta el recuerdo de tu primer amor, como me lo ha despertado a mí.

Me levanto pensando en ti

Sabiendo que tú piensas en mí.

Y por la noche cuando te sueño

Soy tu dueña y tú mi dueño.

Si de pronto te hiere la nostalgia y te encuentras llorando, te habrá ocurrido lo mismo que me está ocurriendo mí en este momento. Y es que el primer amor y el último son los que sobreviven, en nuestra alma, hasta el final.

Read more