UN HIPÓCRITA COBARDÓN (Microrrelato)
Llevaban tres años de noviazgo y estaban cansados ya el uno del otro. Como diría un poeta antiguo: la chispa del amor que un día surgió impetuosa entre ambos se había extinguido. Fue ella la que finalmente, una tarde que sentados a la mesa de un bar céntrico tomaban café decidió afrontar la realidad que estaba viviendo su relación:
—Joaquín, vamos a dejar de vernos. Es una idiotez continuar lo nuestro. Yo he dejado de quererte. Es más, me aburro soberanamente cuando estoy contigo.
El compuso una falsa expresión de sufrimiento.
—Bueno, Macarena, si eso es lo que tú quieres, yo me resignaré. Mi gran deseo de siempre ha sido y es que tú seas feliz.
—Y el mío que no sufras ni me eches de menos.
—Aprenderé a resignarme. No te preocupes. Seré fuerte.
Logró conmoverla.
—Lo siento. Lo siento muchísimo. Lo último que quiero es hacerte daño.
—No importa. No te preocupes. Ya nadie muere de amor.
Prueba de que habían terminado fue que pagaron los cafés a medias. Hasta entonces siempre los había pagado él.
—Fue bonito mientras duro. Adiós, Joaquín.
—Adiós, Macarena. No te olvidaré nunca.
Aquella noche Joaquín celebró con sus amigos el haberse librado de Macarena cogiendo una borrachera salvaje.